Reproducimos el artículo del diario La Nación, del domingo 19 de octubre de 2014
La economía, según Mafalda: cincuenta años; los mismos temas
En
un mundo muy diferente al que había cuando nació la tira, hoy se
repiten los mismos problemas macroeconómicos y el deterioro en el nivel
de vida
Detrás de una enorme caja con dos docenas de paquetes
de fideos que carga en sus brazos, Manolito camina por el almacén de su
papá. A grandes pasos, avanzan también sus pensamientos: "¡¡Primavera!!
¡Como si la primavera cambiara la situación!", se queja su voz
interior. Por la mente del niño con los pelos como un cepillo, desfilan
esas frases que con la llegada de cada 21 de septiembre, nunca falta
quien diga, como eso de que la primavera es la estación más alegre...
"¡Como si el déficit se arreglara con carcajadas!", refuta el amigo de
Mafalda. "¡Como si la inflación se frenara con margaritas!", se lamenta
al recordar a quienes celebran que haya flores por doquier. En otra
viñeta, Manolito se detiene y acomoda latas, mientras que a sus
pensamientos acude la idea de que en la primavera llegan golondrinas
desde lejanos países. "¡¡Como si la balanza de pagos se nivelara con
pajaritos importados!!", se indigna.
Déficit, inflación y
problemas en la balanza comercial son tres temas recurrentes en la
Argentina. Y son varias las referencias a ésas y otras cuestiones de la
economía que se leen en la tira de Mafalda, publicada originalmente
entre 1964 y 1973. En un país que repite ciclos, la historieta sigue
vigente como reflejo de problemas sociales, varios de ellos muy
agravados respecto de aquellos años, como la pobreza.
En un mundo
muy distinto al actual, en el que muchas miradas se posaban sobre China,
pero no aún por su poderío comercial, y en el que había una oleada del
movimiento de liberación femenina, Mafalda, sus padres y sus amigos
expresaban preocupaciones dictadas por sus bolsillos y sus expectativas
de nivel de vida, que bien podrían identificarse con las de un argentino
de hoy.
Eran años aquellos en los que en el país se daba un
proceso de industrialización, a la par de la llegada a los hogares de
bienes durables.
El origen de la historieta tiene que ver con ese
fenómeno. El personaje fue pensado para una publicidad que nunca vio la
luz. Joaquín Lavado, Quino, dibujante y "padre" de la genial Mafalda,
contó más de una vez cómo fue ese inicio: la agencia de publicidad Agens
lo convocó porque la fábrica Siam Di Tella iba a lanzar unos
electrodomésticos con la marca Mansfield; la idea era ofrecer a los
diarios, sin costo, una tira en cuyas viñetas se vieran los productos
sin que los personajes dijeran nada sobre ellos. Eso no prosperó, pero
el material que había preparado Quino dio nacimiento a la historieta,
que comenzó a publicarse hace 50 años en la revista Primera Plana.
Reflejo
de la llamada sociedad de consumo, al hogar de Mafalda llega un día el
televisor, en el que se verán luego publicidades de productos que
prometen felicidad. En una época en la que se estaba muy lejos de la
cantidad de artículos con los que hoy tienta el continuo avance
tecnológico, Mafalda se pregunta qué pasará cuando se llegue a la
"saciedad de consumo"... Y su amigo Miguelito reflexiona sobre lo que
implica trabajar y trabajar para tener más y más cosas.
El Citroën
3cv (el Rana) es otra conquista de esta familia de clase media. El
padre decide comprarlo en un plan de cuotas, que luego lo obligará a
revisar o postergar gastos, para que sus ingresos de asalariado
resistan.
Durante un verano, sentada en la playa, Mafalda toma un
puñado de arena que dura muy poco en su mano. "¡No hay caso; se va, se
va!", dice la nena, que en el cuadro siguiente observa cómo "unos
míseros granitos" resistieron en su palma. Desde su lona, el papá le
suplica: "¡Basta con esa maldita alegoría del sueldo!".
Según el
informe "Dos siglos de economía argentina", publicado por la Fundación
Norte y Sur, que preside el economista Orlando Ferreres, desde mediados
de la década del 40, y con el paréntesis de los 90, la inflación -y el
consecuente deterioro de ingresos- fue una constante. En 1964, los
precios al consumidor subieron 22,1%, mientras que en 1973, cuando
Mafalda se despidió de la tira, el índice trepó a 60,3 por ciento.
"Desde 1945 hasta 2004 fue de 74% promedio anual", dice Ferreres
respecto de la inflación, que hoy ronda el 40 por ciento.
En los
60, dice el economista Daniel Heymann, profesor de la Universidad de San
Andrés, la alta inflación no afectaba a muy pocos países -como ahora-,
sino a toda la región. En la Argentina, hacia el final del decenio llegó
el primer cambio de moneda, forzado por la depreciación del peso moneda
nacional, nacido en 1881.
En tiempos de Mafalda, el dólar no era
visto como vehículo de ahorro, pero la emisión monetaria sí era un tema.
Asombrado por lo "planchaditos" que le llegan los billetes, Felipe, el
amigo de Mafalda con dientes prominentes, es "aleccionado" por Manolito,
siempre interesado en la economía (y quien suele emocionarse por haber
visto crecer los precios desde chiquitos). El niño almacenero dice que
los billetes no son wash and wear (expresión que remite a las prendas
que se lavan y se ponen o listas para usar) como cree Felipe, sino best
sellers, por el número de ejemplares.
Recurrente es también, según
Ferreres, la política de control de precios. Cuando Mafalda escucha
sobre valores máximos de bienes, se pregunta: "¿A cuánto estará la
sensatez? ".
En uno de los episodios, Raquel, la mamá, vuelve de
hacer las compras y se lamenta de lo caro que está todo. La queja es tan
repetida en la historia (de la tira y del país) que Mafalda le pregunta
cómo se le ocurren frases "tan, pero tan originales". En el cuadro
siguiente, la nena aparece con una planta de lechuga de sombrero, signo
del malhumor de la mujer.
Ferreres sostiene que la clase media
argentina refleja, en sus quejas, la desilusión por lo que se le
prometió que podría llegar a ser: "Hay un problema de frustración,
porque se esperaba que pudiéramos vivir como en Canadá o Australia, que
son países con la misma estructura productiva".
"Aquella clase
media heterogénea, conmocionada por las transformaciones, pero capaz de
proyectarse y tener una identidad común, sufrió sucesivas embestidas en
las décadas que siguieron a los 60 -señala Isabella Cosse, socióloga,
investigadora del Conicet y autora del libro Mafalda: historia social y
política (FCE)-. Pero lo interesante es que Mafalda logró dialogar con
la identidad de la clase media y los fenómenos que afectaron a las
sociedades contemporáneas en su conjunto."
Mujeres al ataque
Un
fenómeno de la época fue el del movimiento de liberación femenina.
Mafalda no entiende que su madre haya abandonado una carrera para
ocuparse sólo del hogar.
Y al tiempo que ella sueña con trabajar
de intérprete en Naciones Unidas, su amiga Susanita expresa hasta el
hartazgo su deseo de convertirse en esposa y madre, y rechaza la idea de
"ser una de esas afeminadas que trabajan en cosas de hombres"
(arquitecta, abogada o médica). Cambios en pleno proceso.
Entre
esos nuevos aires, señala Heymann, estaba la irrupción de "los
ejecutivos", una categoría ocupacional que llegó de la mano de
multinacionales. "Don Manolo [tal el nombre del padre de Manolito y
también de su local] es símbolo de la economía de almacén, que empezaba a
cambiar por el modelo de supermercados y otras formas de comercio",
explica el economista. Manolito ofrece productos especiales para
ejecutivos y proyecta ser dueño de una cadena de supermercados.
Lo
que entonces visualizaban finalmente llegó. Tanto los grandes centros
comerciales como la participación de la mujer en el mundo laboral. Según
el sociólogo Agustín Salvia, la inserción femenina llegó con más fuerza
en los 80, y por dos vías bien diferentes: la necesidad de ingresos en
hogares pobres (de allí el empleo doméstico) y la mayor inquietud por
carreras universitarias.
Otro rasgo del mundo laboral diferencia
las épocas: Salvia señala que en los 60 la formalidad era la regla,
mientras que hoy prácticamente la mitad de los ocupados no tiene
aportes.
La informalidad está vinculada a la pobreza, que ahora y
según estudios privados como el de la UCA, ronda entre 25 y 30 por
ciento. Ironías de la historia: al igual que en 1964 (entonces porque
aún no se había desarrollado el sistema de mediciones), este año la
Argentina no tiene estadísticas oficiales de pobreza. El Indec, herido
en su credibilidad, dejó de difundirlas luego del intento de
"sinceramiento" del índice de inflación, manipulado desde 2007. Aplicar
precios más realistas al valor de las canastas de productos consideradas
en el cálculo de los índices habría provocado un salto en la tasa
oficial de pobreza (la última fue de 4,7%), no tolerable para el
discurso kirchnerista.
A principios de los 80, la pobreza urbana
rondaba 8%. Con la inflación y con políticas que sembraron deterioros,
luego subió, y mucho. Influyeron con fuerza las migraciones a los
centros urbanos desde otros países y desde el interior. En los 60, un
25% de la población era rural; hoy ese índice es cercano a 9 por ciento.
Cuando
Mafalda se preocupa por la realidad social y por cuestiones como la
paz, alude a todo el planeta, que dicho sea de paso, también repite
viejos vicios. Más allá de esa universalidad, hay escenas en las que
ella se angustia al ver ranchos de pobres y chicos que trabajan. Lo que
no vio en su época fue el afianzamiento de las villas urbanas. "A
principios de los 70, de las villas se iba más gente de la que llegaba",
relata Salvia. El nombre de villas "de emergencia" responde a que la
intención no era quedarse. "Las villas eran transitorias porque había
movilidad; la venta de loteos populares organizada por inmobiliarias
permitía el acceso a terrenos, pero eso terminó en la dictadura, y en
los 80 llegó el giro del espacio transitorio al espacio asentado", dice
el investigador del Conicet. Lejos de aquella idea de transitoriedad,
hoy se afianza el negocio inmobiliario hacia el interior de las villas.
Figurita
repetida, la inflación daña más a los pobres. Y el alza de precios,
advierte Heymann, es la síntesis de un proceso de inestabilidad
económica que caracteriza la historia reciente, básicamente debido a
tres factores: la falta de un esquema fiscal ordenado (hubo déficit en
los 60, los 70 y los 80); la puja entre precios y salarios, y la
discusión sobre el tipo de cambio. Tres temas de hoy.
Otra
cuestión cíclica, dice Heymann, es el debate sobre la sustitución de
importaciones. "¡Qué mala pata! Justo viene a tocarnos un mundo lleno de
países extranjeros!", protesta Mafalda, tras escuchar que los precios y
las trabas aduaneras dificultan las exportaciones.
"En 1964 se
importaba y se exportaba poco. La economía miraba hacia adentro",
explica Marcelo Elizondo, director de la consultora Desarrollo de
Negocios Internacionales (DNI). Los productos importados venían de
Europa y Estados Unidos, mientras que el único proveedor de Oriente era
Japón. Además de radios made in Japan, en la tira se ven pequeños
objetos, como el sacapuntas de Manolito, a quien le parece una maravilla
que, tan lejos, alguien haya invertido capital para desarrollar un
producto que a él le permite agregarse a la "inmensa cadena de poderío
comercial"... Le saca punta a su lápiz y luego sí le escribe a su
clienta Tota: "Debe un envase de pecsicola".
Con mayor conciencia ambiental, hoy la botella retornable está de vuelta. Como el déficit y la inflación.
Sentados
en el cordón de la vereda, Mafalda y Felipe hablan sobre tangos que
reflejan el drama de quienes, sin poder olvidar el pasado, recaen en
viejos vicios. La viñeta final revela que el comentario responde a que
Guille, el hermanito de Mafalda, volvió a usar chupete. La metáfora, sin
embargo, bien vale para el país.
Reflexiones que no son un dibujo
Mafalda y sus amigos representan un cuestionamiento social hoy vigente
Inquieta y sensible
Tiene 6 años; siempre curiosa por lo que pasa en el país y en el mundo, se angustia por la guerra y la pobreza.
Emprendedora
En pleno movimiento de liberación femenina, se propone ser profesional
y juega a ser presidenta.
También dice...
"Parece que si empezás en una cuna miserable y terminás en un ataúd de lujo, has triunfado en la vida"
Jefe en el hogar
Su familia es de la clase media a la que empiezan a llegar bienes durables, como el televisor y el auto
.
Empleado en la oficina
Trabaja mucho y está preocupado por su sueldo; acepta endeudarse y controla el gasto familiar.
Ama de casa
La mamá de Mafalda y de Guille dejó su carrera para ocuparse del hogar, algo que su hija no quiere repetir
.
La queja indexada
De ella y otros adultos se leen lamentos por la inflación, que durante los años de la tira fue una constante.
Pasión por el bolsillo
Amigo de Mafalda, es hijo del almacenero; trabaja en el local y le gusta el dinero
.
Un sueño capitalista
En tiempos en que se habla muchos de ejecutivos, sueña con ser millonario y dueño de una cadena comercial
.
Compren, compren...
A tono con la época, hace publicidad de Don Manolo en cada ocasión que puede.
A la caza de su casa
Rechaza
la idea de trabajar cuando sea grande; como el país se industrializa,
ubica a un empresario fabril en su sueño de tener marido, hijos y un
buen pasar
.
Una mirada desigual
Dice que, de
señora, organizará un gran banquete para recaudar fondos y poder comprar
a los pobres "esas porquerías que comen ellos."
La vida es una pregunta
Es uno de los amiguitos de Mafalda y comparte el rasgo de ser muy curioso
.
Deslomarse y comprar
Expresa
cuestionamientos a la sociedad de consumo: "¿Te imaginás la de
porquerías que estarán inventando, para vendernos en cuotas, los
organizadores de nuestro futuro deslome?", le pregunta a su amiga.
.