miércoles, 30 de septiembre de 2015

3º FESTIVAL COMICOPOLIS (2015)





Comicópolis en mil viñetas: un mundo ilustrado que creció y llegó a su madurez

Con Liniers como padrino y la visita estelar, mañana, de Art Spiegelman, la tercera edición de la feria del cómic tiene Cosplay y batallas de dibujantes

Nota de Sebastian Ramos para el diario La Nación del 19/9/2015


Elige tu propio Comicópolis bien podría ser el eslogan de esta feria que se realiza en Tecnópolis y que, más que una novela gráfica tan en auge por estos días, se parece a una vieja revista Fierro, con la posibilidad de encontrar cientos de miradas y trazos distintos sobre un mismo universo: la historieta.

Un cuadrilátero en el que los dibujantes se desafían en vivo, jóvenes amateurs que llegan desde el interior para ofrecer sus dibujos en busca de una editorial que los publique, adolescentes disfrazados que se pasean y posan para las cámaras de extraños, niños confundidos de la mano de padres desorientados en busca de un Vegetta entre tanto Batman y Robin, premios, talleres y figuras nacionales e internacionales del cómic que firman ejemplares y ofrecen su experiencia en un ciclo de actividades que tendrá su gran cierre mañana, con la participación estelar de Art Spiegelman, el creador de Maus, en un espectáculo que promete romper con la bidimensionalidad del género a través de la fusión del dibujo con la música. Un Comicópolis de mil viñetas que en su tercera edición parece haber alcanzado su maduración.









En los ojos de Gustavo Sala esta convención es una suerte de Titanes en el Ring en el que él se pone en la voz de Rodolfo Di Sarli. "Una mujer del mundo tuerca, que por accidente entró al mundo de la historieta y trabaja, atención, dibujando historietas de ponys... Repito, historietas de ponys... ¡¡¡Pido entonces un aplauso para la colorada Majox!!!" se entusiasma Sala debajo del cuadrilátero de box dominado por dos atriles, desde donde los dibujantes compiten recreando, en cinco minutos, consignas disparatadas como "un transformer afeitándose", "un Super Papa Francisco" o "un Paul McCartney comiendo un churro".


A dos metros de ahí, Pablo Palacios intenta abstraerse de la contienda entre Majox y José Massaroli para seducir al responsable de una de las decenas de editoriales del país que se agolpan en el pasillo de esta convención y que crecen a la par del fenómeno que atraviesa el género en las últimas dos décadas. Con su mochila y bolsa de dormir a cuestas, lápiz y papel en mano está dispuesto a encarar a quien sea necesario para lograr, en algún futuro, vivir haciendo lo que ama: dibujar. No resulta una tarea sencilla, pero la mayoría acepta su tarjeta de presentación: un dibujo hecho en el momento, con su firma y un contacto.







Del otro lado del cuadrito están los que llegan hasta aquí para llevarse aquel número 38 de Flush Man que le falta para completar su colección y que le es esquivo desde hace tantos años. Para ello recorrerán las cientos de bateas que ofrecen revistas y libros del género y en donde cualquiera se puede cruzar con un ejemplar de Rita viaja al Cosmos con Mariano, de Fabián Casas y Santiago Barrionuevo, por 90 pesos, junto a la novela gráfica El quinto beatle. Historia de Brian Epstein, de Kyle Barker, a 420 pesos. De todo y para todos, aunque aquella señora de saco verde se vaya con las manos vacías después de espetar un ácido: "¿Y no tenés nada de menos de 150 pesos?"

El crecimiento de la movida tiene pro y contras, pero cada uno parece jugar el encuentro a su manera. Como esos cinco jóvenes dispuestos a llevarse por delante a todas las cámaras que se les crucen, disfrazados de matones de fantasía y atraídos por la sección Cosplay del encuentro. ¿De qué estamos hablando? De una subcultura creada en torno a personajes del cómic, el animé, el manga y los videojuegos bautizada con la contracción de las palabras costume (disfraz) y play (juego). Una caja dentro de una caja con una caja dentro. Comicópolis puro.








Porque el mundo de la historieta puede ser así y también tan simple como la escena de un recién ingresado en la materia que se topa en los pasillos con la dibujante Alejandra Lunik, jurado en esta edición 2015, y le pide asesoramiento urgente: "Comprate Barrio gris, de Maicas y Spósito", sugiere con el libro en la mano y parte rauda a la premiación por la edición nacional de historieta extranjera, infantil, clásica y contemporánea. Un espacio que reunió a los exponentes locales e internacionales que participan este año con el padrino de esta edición, Ricardo Siri Liniers, quien se disculpó públicamente con Spiegelman y Matt Groening por haberles hurtado alguna que otra idea. Minutos antes, el reconocimiento a una leyenda como José Muñoz buscaba algo de justicia histórica. "La historieta argentina no va a ser seria desde el punto de vista editorial hasta que no se reedite en la Argentina la obra de Muñoz y Sampayo", dijo un dibujante por ahí, celebrando el momento. Una foto, una firma y un dibujo más, porque cada uno aquí arma su propio Comicópolis.

Nota de PAGINA 12 , previa al evento, y nota de ZONA NEGATIVA . Video de CALABAZA














lunes, 28 de septiembre de 2015

QUINO por MAFALDA, en BILBAO







En el marco del VI Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor, se presenta con auspicio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la muestra Quino por Mafalda, que ha mediados del año 2014 se presentara en el Museo del Humor de Buenos Aires ( ver INFORME )






Se podrán ver originales, reproducciones y material audiovisual sobre los temas que han inspirado a Quino a lo largo de su trayectoria: el poder, la política o la injusticia. La muestra se completa con una gran Mafalda tridimensional de ocho metros de altura y diversas proyecciones, entre ellas los Quinoscopios, un video retrospectivo sobre la obra de Quino y varios capítulos animados de Mafalda TV.







En EUROPA PRESS nos enteramos de más detalles del Festival y en CADENA SER sobre una actividad complementaria como es la instalación en una estación del Metro de gigantografías con tiras de Mafalda.
Previamente la muestra inició su recorrido internacional en Santiago de Chile, según documenta este VIDEO









jueves, 24 de septiembre de 2015

OCHO COMICS FUNDAMENTALES



Nos encontramos con un interesante artículo escrito en el año 2008 por Andrés Braun para el diario El Pais, de España; donde indica los que a su juicio son los comics fundamentales.


Cómic con mayúsculas

Ocho tebeos que anunciaron la madurez de la narración gráfica.

 

 




Crumb. Obras completas
Robert Crumb, 1968

Da igual que el primer número de Zap Comix apareciera hace ya cuatro décadas. El espíritu de su creador, Robert Crumb, sigue siendo un referente obligado para el, hoy superpoblado, universo del tebeo independiente en Estados Unidos. Su temática naíf, su irreverencia o sus controvertidas ideas de índole sexual (que aún hoy en día son vistas por muchos como políticamente incorrectísimas) gozan de un extraordinario eco hasta los ochenta, época en la que Crumb publica y dirige la revista antológica Weirdo. Sus cientos de historietas han dejado a su paso verdaderos iconos de la revolución contracultural, como el calenturiento gato Fritz o Mr. Natural, un gurú cargado de cinismo y un puntito sádico. En España, la editorial La Cúpula ha editado todo este legado en una extensa colección titulada Crumb. Obras completas.







Paracuellos
Carlos Giménez, 1977
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En la historieta española hay un antes y un después de Paracuellos (Random House). El madrileño Carlos Giménez comenzó a publicar esta pieza maestra de la narración gráfica hace más de treinta años, época en la que las temáticas adultas eran prácticamente inexistentes en España. Sus historias, basadas en las experiencias que el autor vivió en los colegios de Auxilio Social durante los primeros años del franquismo, constituyen un ejercicio introspectivo encomiable y un vivo retrato de lo que la España infectada por la violencia nacionalcatólica hizo no sólo con los vencidos, sino con los más débiles. Sus páginas pobladas de aterradores sermones, interminables rosarios y dobles bofetadas ("así el niño no se cae y está listo para recibir la siguiente") son un prodigio en cuanto a ritmo narrativo y aprovechamiento expresivo de la viñeta.







Maus
Art Spiegelman, 1973

A principios de los setenta, el estadounidense Art Spiegelman se embarcó en la ardua tarea de recrear, viñeta a viñeta, las memorias de su padre, un judío polaco que sobrevivió al internamiento en Auschwitz. Para ello empleó un dibujo de aire expresionista que retrata a los personajes como animales antropomórficos (los judíos son ratones; los alemanes, gatos...).
El resultado, publicado a lo largo de dos décadas y más tarde compilado en un solo volumen, mereció el Pulitzer en 1992. Sus méritos van más allá de lo documental, ya que además Spiegelman desgrana con aplastante sinceridad la espinosa relación con su padre, plasmando todo el proceso de ejecución de la obra. Por todo ello, Maus (Random House) supone un tebeo clave en la historia del medio que anticipa el gran trabajo de otros autores como Joe Sacco o Marjane Satrapi.





Watchmen
A. Moore y D. Gibbons, 1986

Los superhéroes existen desde los años treinta. Son personas sin poderes que usan disfraz y se coordinan para combatir el crimen. De aquí partió el británico Alan Moore, para muchos el mejor guionista de cómics de la historia, para crear Watchmen (Planeta) junto a su compatriota el dibujante Dave Gibbons. Y qué mejor que arrancar con el misterioso asesinato de uno de estos famosos enmascarados en una década de los ochenta alternativa, donde Richard Nixon aún es presidente y la guerra fría está, como sugiere Moore, a cinco minutos del holocausto nuclear. A partir de aquí se despliega una monumental narración que deconstruye la psicología del superhéroe (y que ha servido de modelo para redibujarlo hasta el día de hoy) con un argumento cautivador, violento y pesimista y un uso inteligentísimo de la metaficción y el diálogo.









Black Jack

Osamu Tezuka, 1973

La conquista mundial del manga, con series de tebeos capaces de alcanzar cifras de ventas mastodónticas, nunca habría sido posible sin el trabajo de Osamu Tezuka. El padre del manga moderno fue el primero en desarrollar largas líneas argumentales o incorporar el encuadre dinámico, allá por los años cuarenta. Su prolífica obra ha dejado personajes míticos como Astroboy o Kimba, el león blanco, obra que paradójicamente la Disney, una de las grandes influencias estilísticas del japonés, fusiló para hacer El rey león. Aun así Black Jack (Glénat) es, seguramente, su creación más meritoria; un cirujano clandestino con aires de dandi y un bisturí increíblemente diestro (es capaz operar de memoria, completamente a oscuras) que surge de la angustia posatómica de Tezuka y de su amplia formación médica.






 
El regreso del caballero oscuro
Frank Miller, 1986

Pese al esfuerzo por reciclarlo a mediados de los ochenta, Batman aún se asocia con la imagen hortera de la serie catódica de Adam West. Eso fue hasta que Frank Miller publicó El regreso del caballero oscuro (Planeta), cómic que devolvió al murciélago la imagen de justiciero intratable con la que fue concebido, desarrolló aún más su faceta neurótica y cuestionó las motivaciones de su cruzada contra el crimen. Con un gran manejo de los tiempos narrativos, Miller sitúa la acción en una Gotham City futurista, donde un Bruce Wayne cincuentón y estigmatizado por la muerte de Robin retoma el disfraz y acaba enfrentado al Gobierno federal. El mismo presidente (una clara referencia a Reagan) encomienda a Superman, empleado por Washington para contrarrestar los intereses soviéticos, la tarea de "domar" a ese caballo de Gotham que ha salido "demasiado bravo".







Alack Sinner
Muñoz y Sampayo, 1975

Fue en Barcelona, un día de junio de 1974. Dos argentinos errantes (uno, dibujante; el otro, escritor y publicista) deciden crear un cómic de serie negra que cambiará el rostro del tebeo adulto para siempre. A través de las aventuras del detective privado Alack Sinner, José Muñoz y Carlos Sampayo van destilando a lo largo de los años un estilo que colme sus inquietudes creativas. Así, el cómic acaba por dejar de lado lo detectivesco y se centra en los conflictos personales. Encuentros y reencuentros (Planeta), de 1984, es la historieta que definirá el estilo heterodoxo y único de Alack Sinner, dotándolo de una crítica social mucho más feroz y una apuesta gráfica tremendamente arriesgada, cuyo dibujo expresionista y a ratos grotesco compone, junto a su economía textual, uno de los mejores relatos intimistas de la historia del cómic.








La ascensión del gran mal
David B., 1996

David B. es probablemente la figura más destacada surgida de L'Association, editorial francesa que ha revolucionado el panorama del cómic independiente en la última década sacando a la palestra a grandes autores de la nueva Bande dessiné. Su tebeo autobiográfico, La ascensión del gran mal (Sins Entido), es una obra maestra publicada en seis tomos que ha merecido los mayores galardones del Festival de Angulema. El relato se centra en la infancia y adolescencia de Beauchard (verdadero apellido del autor), marcada por los terribles ataques epilépticos que sufre su hermano mayor. La incurable enfermedad separa los caminos de ambos, antaño inseparables, y acaba desatando las oscuras obsesiones del dibujante. Las mismas que caracterizan su hermosa y encrespada narrativa gráfica; puro lirismo cargado de monstruos y ensoñaciones.















martes, 22 de septiembre de 2015

La ESCUELA PANAMERICANA DE ARTE, por JUAN SASTURAIN



Nota extraída de la sección Contratapa de la edición del diario Pagina 12 del 21/9/2015





El Paraíso por correspondencia

Por Juan Sasturain

Esta semana pasada tuve el privilegio –a través de su hermano David, querido amigo– de conocer a Enrique Lipszyc, el inventor y primer director de la mítica Escuela Panamericana de Arte, un experimento extraordinario, una referencia insoslayable para entender qué y cómo fue la producción gráfica argentina en las revistas de los años cincuenta, y qué lugar ocupaba el dibujo –sobre todo el de historieta– en ese momento particularmente rico de nuestra cultura popular.
Hijo de inmigrantes judíos polacos que llegaron a la Argentina en 1930, Enrique nació dos años después en Buenos Aires. Tuvo pronta vocación artística que su padre –empresario textil– en principio no aprobaba. Estudió solapadamente Bellas Artes mientras lo creían en la facultad de Ciencias Económicas hasta que –estamos a principios de los cincuenta, mediados del decenio peronista–, con apenas veinte años, encuentra cómo canalizar su vocación apasionada por el dibujo con un emprendimiento sustentable.

Con su empuje y talento precoces, el necesario apoyo familiar, el contacto fluido con los distribuidores del material yanqui más moderno y creativo –sobre todo– con el conocimiento personal de decenas de los mejores artistas vigentes en el medio, Enrique encara, prácticamente en forma simultánea, dos proyectos complementarios. Por un lado, obtiene de la King Features Syndicate la franquicia para Argentina y Latinoamérica de un curso de enseñanza de dibujo diseñado por el celebérrimo Alex Raymond (creador de Flash Gordon y Rip Kirby, entre otras obras maestras): la publicitada Escuela Norteamericana de Arte que ya en 1951 ofrece sus cursos en vivo y por correspondencia en las revistas de historietas de entonces. La sorpresiva muerte de Raymond en 1956 acelerará la nacionalización y acentuará el carácter distintivo de la Escuela, convertida en la famosísima Panamericana a la que se apuntó toda una generación –la nuestra– de aspirantes a convertirse en dibujantes de historietas.





Por otro lado, el laborioso Enrique emprende la investigación y recopilación de materiales que lo llevarán a escribir y publicar en esos años dos grandes libros, memorables por su original contenido y su carácter pionero: La historieta mundial (que incluye, además, la primera historia de la historieta argentina, minucioso trabajo de pesquisa personal en el que contó con el acceso libre a los archivos y la colección de Crítica, habilitado por el pionero Botana) y el monumental El dibujo a través del temperamento de 150 famosos artistas, que junta creadores universales con autores argentinos contemporáneos, a Dana Gibson con Salinas, a Norman Rockwell con Oski, grandes historietistas e ilustradores de todos los registros técnicos y temáticos. Estos dos textos sucesivos y complementarios, informativos y didácticos de la enseñanza del dibujo, hoy siguen siendo fundamentales –por su calidad intrínseca y como síntoma– para entender la dimensión del fenómeno del dibujo en aquel momento de la cultura argentina.

Pero no cabe duda de que el fenómeno que la memoria histórica y emotiva ha conservado como sinónimo y emblema del trabajo y la creatividad de Enrique Lipszyc y su equipo en esos “años de la Panamericana”, durante los cincuenta, es el inolvidable Curso de los doce famosos artistas, una idea brillante, llena de rigor e inteligencia, olfato empresarial y marketing creativo. Los inolvidables avisos en forma de historieta de una página dibujados por Pratt, Arturo del Castillo, Vieytes o Domínguez (hay varias versiones del mismo guión) ocupaban la contratapa del Hora Cero o de Frontera o de cualquiera de las revistas de historietas que proliferaban entonces, contando en cuatro tiras “Cómo nació un dibujante”. Empezaban con el empleado u obrero “condenado” a un trabajo rutinario en la fábrica que, aconsejado por un amigo, escribía al Curso de los doce famosos artistas y, mediante las sucesivas y graduales lecciones por correspondencia y los respectivos exámenes, se convertía en un dibujante diplomado que vivía mejor (el último cuadrito, con el tablero, el vaso de refresco y la pileta con chicas tras los cristales, en el fondo de la casa era memorable) de una profesión libre, prestigiosa y reconocida.





El aviso, la historieta y la página terminaban al pie, a la derecha, con el sujeto hablando “a cámara”, el cupón para rellenar y la lista de los profesores, los doce famosos artistas, algunos de los cuales seguramente habíamos estado observando en las páginas de esa misma revista: Pratt, Breccia, Roume o Haupt... Eran nuestros héroes del lápiz en el tablero, equivalentes a los caballeros con espada de la mesa redonda.
Hoy podemos seguir recitando la lista de esa docena de profesionales del dibujo con la misma seguridad con que sabíamos la formación del Boca de Mussimesi, Colman y Edwards; del River de Mantegari, Pipo Rossi y Sola; del Racing de Simes y Sued. Es probable que no tuviéramos la misma certeza a la hora de nombrar de corrido a la Primera Junta más allá de Saavedra, Moreno y Paso.

Hablando con Enrique Lipszyc reviví en estos días esa sensación de cercanía inefable. Lo tenía ahí y lo gasté. Le pregunté por el Indio Pereyra (Pablo Pereyra, el tapista de Editorial Acme, creador de las colecciones Robin Hood y Rastros con sus famosos logotipos), quise saber cómo eran personalmente el brasileño Joao Mottini –excepcional dibujante de series y tapas en Patoruzito–, el formalísimo Enrique Vieytes, que hacía sobre todo publicidades, o el increíblemente diestro Joaquín Albistur, el de las aguadas sombrías que ilustraba cuentos policiales en el Leoplán. O nos detuvimos en las diferencias entre los hermanos Del Castillo –que no fueron profes, por lo que recuerdo–, la mano liviana de Jorge, pura síntesis, y la pluma minuciosa de Arturo, de modelado laborioso. Y así seguimos con todos los demás. Podría haberle hablado de Bayón, el profesor de caricatura que era tan jodón y amigo de Breccia, y de Tito Menna, que imitaba (muy bien) a Vargas cuando dibujaba chicas. El me contó de Borisoff, el anatomista, y de Carlos Fleixas, que seguía puntualmente a Raymond, y así...






Enrique, que le dedicó por esos años un notable libro entero, monográfico, al jovencísimo Hugo Pratt, demostrando su perspicacia y buen mirar en tiempos en que la historieta y sus autores ni siquiera parecían en la foto de las bellas artes ni frecuentaban las galerías del mundo, es un testigo privilegiado en palabra y obra de quiénes eran –y cómo se relacionaban– en su apogeo, nuestros ídolos de entonces y de siempre: el mismo Hugo, el que todavía no era el Viejo Breccia, el influyente Héctor Oesterheld. Si con las experiencias de Leopoldo Durañona, de Lito Fernández o de José Muñoz –entre otros grandes dibujantes de nuestra generación– tenemos la visión desde el tablero y la condición de alumnos que llegaron a ser lo que muchos no pudimos ni supimos, con Enrique Lipszyc la mirada tiene una dimensión totalizadora de proceso orgánico encarnado en una vida por entero dedicada a esta pasión.

Hay un dato que visto desde hoy parece casi increíble. Cuando Enrique se fue en 1962 a San Pablo para fundar allá la nueva versión de la Escuela Panamericana mientras David seguía a cargo en Buenos Aires, tenía apenas treinta años. Era mucho más joven que todos los talentosos que había sabido nuclear durante una década, y de algún modo estaba más cerca de los miles de alumnos que pasaron por sus aulas. Y al final se quedó allá, siguió en lo suyo y hace poco celebró –con un libro espectacular, en dos bellos tomos de memoria y balance– el medio siglo de la aventura brasileña, que sigue en marcha, ahora en manos de su hijo.





La última. En el primer número de la revista mensual Frontera, de marzo de 1957, comenzaba una hermosa historieta con guión de Oesterheld y dibujos de Solano López que se llamó Joe Zonda. El héroe, desde su condición de copiloto de un Douglas DC3, era un emblemático cabecita negra –arquetipo de la época– que todo lo mucho que sabía, desde chino hasta radiotelefonía, lo había aprendido, desde el interior, en cursos por correspondencia... El increíble Joe (Cirilo, en realidad) Zonda era un lector de historietas, claro, y bien podría haber llenado el cupón como nosotros y hecho el curso de la Panamericana.

Video del programa CONTINUARA, sobre la Escuela Panamericana de Arte.













miércoles, 16 de septiembre de 2015

"MAFALDA en su SOPA" en RIO de JANEIRO






El diario La Nación nos informa acerca de la muestra "Mafalda en su sopa", inaugurada en Río de Janeiro:

El universo de Mafalda aterriza en el corazón de Río de Janeiro


La muestra "Mafalda en su sopa", un homenaje al célebre personaje creado por Quino en 1964, fue inaugurada esta tarde en la Biblioteca del Parque Estadual de Río de Janeiro, con la presencia del humorista gráfico Juan Matías Loiseau, más conocido como Tute, en el marco de la Bienal Internacional del Libro de Río, que se realiza hasta el próximo 13 de septiembre con Argentina como país homenajeado.
La exposición, organizada por la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, está compuesta por reproducciones de la famosa tira -que Quino realizó de 1964 a 1973- así como fotografías, tributos de otros historietistas, tapas de las publicaciones que viajaron por el mundo, y muchas cartas de lectores de todas las edades a los que Quino les responde con dedicación.





En la inauguración, el director de cultura de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Ezequiel Grimson, hizo un reconocimiento público a "dos grandes editores argentinos que editaron a Mafalda sucesivamente: uno de ellos nos ha dejado recientemente, Jorge Álvarez, que revolucionó la escena cultural de Buenos Aires en los años 60 y 70, publicando a Quino, Rodolfo Walsh, David Viñas, Charly Garcia, Billy Bond, un legado impresionante".
"Y también a Daniel Divinsky, editor de casi 50 años de Mafalda a través de Ediciones de la Flor; en ese sentido queremos hacer la entrega de una donación de los ejemplares de Mafalda para que queden en esta Biblioteca del Parque Estadual". En ese acto, Grimson entregó simbólicamente el primer número a la directora de la institución, Luciana Soares.

Tute, hijo del famoso historietista Caloi, afirmó que aprendió a leer con Mafalda: "está en mis orígenes, es uno de los personajes más ricos de la historieta mundial. Tiene lo que tienen la tiras complejas: muchas capas de lectura".
"La podés leer al principio, con poco años, y te vas a divertir, y la podés leer más adelante, ya grande, y vas a encontrar nuevos sentidos", sostuvo el autor de "El amor es un perro verde".
"Es una tira hecha con mucha inteligencia y complejidad, además de estar muy bien dibujada y ser graciosa, algo fundamental. Más allá de representar la familia de clase media, es una tira con crítica social, con una preocupación internacional. Es la primera tira argentina que incorpora al mundo como un protagonista, incluso con la presencia del globo terráqueo", dijo.
Además, señaló el artista, "trabaja con el mundo interior de los pibes, muy bien representados, esas inquietudes de Miguelito con su egocentrismo, la primera infancia de Guille y muchas aristas más. Tiene la modesta y secreta complejidad de la que hablaba Borges".





Sin embargo, el historietista consideró que Mafalda "ensombreció la otra parte de la obra de Quino, que es más importante en cuanto a material producido. Las páginas dominicales y los dibujos de la primera etapa que se recopilaron en el libro "Mundo Quino" me parecen maravillosas. Es el punto más alto de su obra".
Tute sostuvo que "la obra de Quino fue cambiando a medida que fue cambiando él mismo; sus tiras comienzan siendo muy graciosas, hilarantes, el sentido era mover a la risa, y después se fue llenando de preocupaciones y eso se refleja en sus dibujos. Probablemente haya ido perdiendo un poco de humor, pero ganando en profundidad".
"Quino puso la vara bien arriba -afirmó-. Cualquier tipo en cualquier género artístico que venga a hacer las cosas genialmente, le hace muy bien al propio género, porque después uno quiere llegar a ese punto".

La muestra sobre Mafalda, símbolo de la crítica social y personaje muy querido por los brasileños, estará abierta hasta el próximo 24 de octubre en la Biblioteca del Parque Estadual de Río de Janeiro, un colorido espacio que recibe a todas las clases sociales, fundado en 1873.

Video sobre la muestra de TELESUR

Más información: Diario PAGINA 12

Encuentro Ziraldo/Tute, en Río comentado por PAGINA 12 













martes, 15 de septiembre de 2015

ART SPIEGELMAN el creador de MAUS








 Nota del diario La Nación, con motivo de la próxima visita de Art Spiegelman a la Argentina

  Art Spiegelman: 

"Los dibujantes hoy somos estrellas de rock"

El referente del cómic destaca el auge del género; viene al país

Por Rafael Mathus Ruiz  | Para LA NACION

NUEVA YORK.- Cada vez que una tragedia recorrió el mundo, ya sea el ataque a las Torres Gemelas, el atentado a la revista Charlie Hebdo o la aparición del cuerpo sin vida del chico sirio Aylan Kurdi en una playa turca, hubo luego una respuesta concisa y profunda: un dibujo. Salido de una mano sobre un escritorio, también cruzó latitudes y ayudó a digerir emociones y meditar la historia.

El arte de contar un hecho dentro de los límites que impone un recuadro -asistido por una frase o, incluso, sin ella- tiene un referente indiscutible: Art Spiegelman. "Lo que está ocurriendo con la historieta es increíble. Nunca pensé que viviría para ver algo tan vital", cuenta en una entrevista con LA NACION en su casa de Nueva York, antes de su primera visita a Buenos Aires.

"No se sentía así hace 30 años. La historieta era para los chicos y para personas muy estúpidas. Cuando era joven, si iba a un bar y una mujer me preguntaba que hacía, yo decía «soy diseñador gráfico»; incluso plomero. Pero una cosa que no decía es «dibujo historietas» porque no había forma de que esa persona pudiera estar interesada en vos. Eso ha cambiado. Ahora, los dibujantes son estrellas de rock & roll."
Spiegelman abre la puerta de su loft en el SoHo. Es un espacio inmenso, luminoso, donde se ve una cama, plantas, paredes tapadas por bibliotecas, cuadros con historietas o caricaturas. Una mesa separa la cocina del resto del departamento. Detrás de un fichero, despunta el tablero donde trabaja. Pasa al menos diez horas por día allí, en este lugar que compró muchos años atrás, cuando el barrio todavía tenía un cierto perfil industrial, antes de que todos huyeran a Brooklyn. Ahora, dice con resignación, hasta hay un local de Tiffany's.





Se naturaleza noctámbula, Spiegelman trabajaba de noche, aunque después de ser padre tuvo que acomodarse y levantarse temprano. Acostumbrado ya a madrugar, aún trabaja ahí hasta tarde. "No soy capaz de hacer nada de forma muy consciente hasta un par de horas después de que me despierto, así que es un buen momento para charlar porque no tengo idea qué estoy diciendo", dispara, apenas iniciada la entrevista, temprano en la mañana. Pero sus respuestas lo desmienten. Ofrece frases cortas, veloces y quirúrgicas, y vuelve, una y otra vez, a dar definiciones sobre lo que hace. Toma un café con hielo y pita cada tanto un cigarrillo electrónico. Nunca deja de sonreír.

"Las historietas funcionan de la misma forma que el cerebro", dice, para explicar la popularidad de su oficio. "Pensamos en imágenes, en íconos, como una cara sonriente para transmitir «que tengas un buen día». Pensamos en imágenes simples; no pensamos en párrafos largos sino en unas palabras, que cuando las decís en voz alta se vuelven más grandes, más altas. Pensamos de esas dos formas, verbal y visual, ida y vuelta. Por eso, como las historietas y las caricaturas funcionan como el cerebro, van más profundo que las cosas que el cerebro tiene que descifrar de otra manera. En nuestras cabezas, todos somos dibujantes."





Su personaje más famoso, Maus, le dio vida a una novela gráfica que expuso el dolor del Holocausto, que Spiegelman vivió muy de cerca. Maus, un ratón, relata experiencia de su padre, un polaco judío que logró huir de los nazis. "Ésta es la casa que Maus construyó", dice ahora, mirando su departamento.
Spiegelman será la estrella de Comicópolis, la feria de cómics que se realizará en Tecnópolis desde este jueves. Nunca estuvo en la Argentina, pero elogia a sus historietistas. Menciona a José Muñoz y a Liniers, uno de sus ídolos. Además, Spiegelman presentará Wordless!, espectáculos que creó junto al saxofonista y compositor Phillip Johnston, quien toca mientras Spiegelman habla sobre trabajos de ficción que son sólo imágenes. "Orquesto algo visual", define.




Arte y periodismo: la nebulosa

Hubo un momento, reflexiona, cuando la narrativa fue "exiliada" del arte visual. Las historietas, sugiere, han recuperado esa unión. "En cierto modo, las historietas nacieron del periodismo. Aparecieron en periódicos y ayudaron a venderlos. Pero no son periodismo en oposición al arte; es sólo más periodismo, parte de la misma nebulosa entre literatura y periodismo", describe y luego, sentencia: "Ahora, es posible que el periodismo se convierta en arte y el arte en periodismo. No tenemos tiempo para definir nuestros términos, qué es arte y qué es periodismo, pero a esta altura las historietas pueden lidiar con cosas reales, de manera real".

Imposible no llegar a una pregunta sobre la tecnología y las redes sociales. Spiegelman defiende el uso de emoticones: reconocen las imágenes como forma de escritura, explica. Advierte el poder Facebook, Twitter e Instagram como veloces canales para difundir por todo el planeta el trabajo de los dibujantes, y plasmar opiniones. Pero aclara: "Todavía estoy enamorado del papel". El papel, comenta con una mezcla de nostalgia y romanticismo, es como un pegamento. "Cuando leés algo en papel, se pega diferente en tu cerebro", afirma. Y habla de una "tiranía de las redes sociales" que lo asusta. "Hay una tendencia a confabularse, a decir «Ah, dijiste algo equivocado» y de repente Twitter está lleno de gente enojada, avergonzándote por haber dicho algo mal. Todavía estamos negociando que significa tener ocho mil amigos. Los seres humanos no pueden hacerlo: no podemos tener ocho mil amigos", sostiene. Y, para terminar con el tema, ensaya una advertencia: la ironía a la que tanto apelan los dibujantes se pierde "muy fácilmente" en Internet. Por eso, el peligro de ser malinterpretado es "casi inevitable".





Como aquel que ama lo que hace, Spiegelman ofrece varias definiciones acerca del oficio del dibujante. Dice que le gustan las limitaciones de los recuadros de las historietas. "Te hacen hacer algo riguroso dentro del espacio en el que estás trabajando", apunta. Asegura que siempre quiso hacer historietas que perduraran. "¿Por qué no pueden funcionar como mensajes en una botella que encuentren nuestros bisnietos?, asumiendo que tendremos bisnietos y el planeta no explotará". Es el mensaje que deja a cualquier dibujante que quiera seguir su camino. "Vivimos en un mundo que es una nebulosa, así que traten de construirlo para que perdure. Ese es mi consejo. Y el otro es que se consigan un trabajo de día".
-¿Ser dibujante no paga?
-Para unas ocho personas, está bien [se ríe], pero ahora hay millones de dibujantes.

WIKIPEDIA ART SPIEGELMAN

WIKIPEDIA MAUS

INFOMUDI: MAUS un CLASICO del COMIC

INFOMUDI: AUTOBIOGRAFIA de ART SPIEGELMAN

NOTA de ANDRES VALENZUELA para PAGINA 12



















 

 

martes, 8 de septiembre de 2015

El PAIS, de ESPAÑA, ANALIZA la ACTUALIDAD de la ILUSTRACION



Un nuevo mundo ilustrado

por Jorge Morla para el diario El País, de España 





                               Ilustración de Gabriel Pacheco para 'Moby Dick


Las cifras no son concretas porque el álbum ilustrado sigue, a efectos de estudio, englobado dentro de la categoría de infantil y juvenil. Sin embargo, el último informe del Observatorio de la Lectura del Ministerio de Cultura señalaba que “el álbum ilustrado está viviendo una época dorada”. No son libros para niños ni novelas gráficas, son relatos cosidos con ilustraciones. Ediciones cuidadas al máximo en las que la lectura es acompañada, guiada, por ilustradores que, lejos de limitarse a adornar un texto, lo complementan, mientras van ganando su propio espacio como creadores.

Ocurre en casi todas las librerías, y cada vez con más frecuencia. Desde una cubierta, Caperucita Roja mira, con ojos enormes y verdes, cómo los negros arpones dibujados por Gabriel Pacheco trepanan las costillas de la blanca Moby Dick; junto a ellos, el Drácula imaginado por Bram Stoker y reinterpretado por el dibujante Fernando Vicente cruza una mirada con el santo Bebedor de Joseph Roth, encarnado en los carbones de Pablo Auladell.

El mundo editorial sucumbe al poder de la ilustración, del mismo modo que la propia palabra ilustrar sucumbe al poder de la polisemia. El diccionario de la RAE y sus definiciones de este verbo son una buena brújula para explorar el fenómeno:  




    Ilustración de Agustín Comotto para 'La caída de la casa Usher', de Edgar Allan Poe.


Ilustrar: 1. tr. Dar luz al entendimiento. U. t. c. prnl.

Fue en Salamanca, en 1997, en un acto de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. “Allí unos cuantos editores acuñamos el término álbum ilustrado”, recuerda el editor Samuel Alonso. “También entonces certificamos la defunción de la ilustración en España. Los noventa habían sido años muy duros en ventas, pensábamos que el negocio no tenía futuro”, continúa, antes de encogerse de hombros. “Luego, todo mejoró poco a poco, hasta llegar al optimismo de hoy”. Alonso es editor de Libros del Zorro Rojo, sello independiente nacido en 2004 con el firme y sano propósito de reivindicar el libro ilustrado como espacio de experiencias estéticas y literarias propias. En 2011 ganó el Premio Nacional a la mejor labor editorial. “Ahora tenemos 170 títulos, 15 de ellos agotados. El ciclo de vida de un álbum ilustrado es distinto al de un libro; puede esperar en cualquier librería, porque no lo despacha la prisa por venderse”. Ediciones realizadas con mimo que llegan a los 2.000 y 3.000 ejemplares, que pueden esperar en un rincón, acechando, dispuestas a meterse por los ojos del lector cuando pasa por delante.

Con esa mentalidad han surgido editoriales en torno al mundo ilustrado, mientras que otras ya formadas se han sumado al fenómeno. Chucherías de Arte, Gallo Nero, Lata de Sal, Impedimenta, Modernito Books, Reino de Cordelia, la Decadente, Tres Hormigas, Silonia, Edelvives… la lista sigue creciendo. Algunas de ellas trabajan también con textos propios, aunque no es la norma entre los álbumes. “En general, el nivel de los ilustradores en España es muy superior al de los escritores de libros ilustrados. Nosotros trabajamos solo con textos clásicos en gran medida por eso”, confiesa Diego Moreno, editor de Nórdica. Esta es una opinión generalizada en el sector. “España es una cantera estupenda de ilustradores, en cuanto a talento estamos a la cabeza de Europa. Los textos propios, es cierto, no están al nivel”, corrobora el editor de Zorro Rojo.

“De lo que no cabe duda es de que vivimos un momento ilustrado. El lector está educado en la imagen, y es imagen lo que demanda”, opina Santiago Tobón, de Sexto Piso, otra de las editoriales que ha participado de este auge, y que también obtuvo el Premio Nacional a la mejor editorial, en 2008




             Ilustración de Fernando Vicente para 'Drácula' (Reino de Cordelia)


2. tr. Aclarar un punto o materia con palabras, imágenes, o de otro modo.

Diego Moreno creó Nórdica Libros en 2006 y, dos años después, recibió el premio a mejor labor editorial. En su caso, al contrario que en Libros del Zorro Rojo, el crecimiento hacia la ilustración fue paulatino.

“En principio, el álbum ilustrado era una de las tres patas que formaban Nórdica (junto con la literatura nórdica propiamente dicha y la colección Otras latitudes, que edita textos descatalogados de literatura universal). Ahora representa el 40% del volumen de venta de la editorial, forma parte indisoluble de nuestra marca y nos hace reconocibles”, aclara. “Es un orgullo que, por ejemplo, en la Feria del Libro de Madrid, nuestro trabajo compita con las novedades más importantes”. Como muestra un botón: el último domingo de la Feria, diez ilustradores firmaban ejemplares en la caseta de Nórdica rodeados de lectores. También de cámaras de televisión de los principales informativos. “La visibilidad que ha ganado el sector es enorme, y su repercusión, cada día mayor”.

Un lapicero amarillo con pies y manos negras se paseaba por la pantalla del ordenador, y de su portafolio sacaba una lista de nombres. Esa era la portada de Ilustrísimos, un directorio digital de ilustradores españoles que el Ministerio de Cultura elaboró en 2005 con motivo de la Feria del Libro Infantil de Bolonia. “Así hicimos nuestros primeros contactos en Nórdica”, recuerda Moreno. “Cogimos aquel catálogo y nos pusimos a marcar números”. Así de fácil. Ana Juan, Ajubel, Isidro Ferrer, Arnal Ballester o Max son solo algunos de los 73 nombres que aparecían allí. Muchos de ellos se han alzado con el Premio Nacional de Ilustración desde entonces.



                          Ilustración de Luis Scafati para 'El castillo' de Kafka (Sexto Piso).
  

3. tr. Adornar un impreso con láminas o grabados alusivos al texto.

Uno de los viñetistas de habla hispana con más renombre acaba de ilustrar Crímenes ejemplares, de Max Aub. “Este encargo me llegó en un momento en el que no aceptaba trabajos, estaba saturado”, cuenta Ricardo Siri, Liniers (Buenos Aires, 1973). “Libros del Zorro Rojo me convenció porque me transmitió la ilusión de hacer la mejor versión posible del texto, creo que esa es la clave del éxito de los libros ilustrados. Y también hay algo muy importante para mí”, añade. “Y es que esta gente son unos auténticos fanáticos de las cosas lindas”.

¿Es este un movimiento a contracorriente? “Pasamos del e-book al libro-objeto. Eso dota al álbum ilustrado de una dignidad que a la gente le interesa mucho, son objetos preciosos, editados con mimo y mucho respeto”, señala el editor de Nórdica. Todo por atrapar esa magia que tienen las cosas únicas, por revalorizar algo que se puede oler y tocar. Liniers llegó, incluso, a dibujar una a una las 5.000 portadas de uno de sus trabajos en Argentina. “Al final se trata de convencer al lector de que entre sus manos tiene algo especial. Y, como ilustrador, quieres hacer cosas distintas”. Porque también, en paralelo a cómo se revalorizan los libros como objeto, los propios ilustradores dejan la segunda línea y van ganando en presencia y peso.




4. tr. Hacer ilustre a alguien o algo. U. t. c. prnl.

Junto a esa cosecha ya consagrada de Ilustrísimos, una nueva generación de ilustradores se abre camino ahora, una generación que también se ha exhibido en las redes sociales e Internet, nuevo caladero de talento para las editoriales.
Kike de la Rubia (Madrid, 1980) estuvo en la Feria del Libro cinco días firmando, siempre con gente interesada en su trabajo. Su primer álbum lo publicó en 2012 Nórdica, ilustrando un poemario de Emily Dickinson. Ahora el libro va por la séptima edición. Para él, hay dos factores que explican el fenómeno del álbum ilustrado: “Por un lado está la cultura visual en la que los nuevos lectores llegan formados, que hace que las cosas entren por los ojos”, comenta. “También el propio trabajo del autor. Cada vez se tiene más la concepción del ilustrador como creador, se le reconoce y se le busca”, admite. Este año ha vuelto a poner su arte al servicio de la poesía, ilustrando La extensión de mi cuerpo, de Walt Whitman, también en Nórdica.
“Es necesario contrarrestar la inmediatez. Reivindicar el libro como obra unitaria y preciosa tiene también una parte que me gusta menos, y es que quizá ya no se puede atraer al lector solo con el texto, y hay que ofrecerle más”, reflexiona De la Rubia. Pero las oscuras implicaciones que esboza con esta teoría las diluye pronto en una afirmación optimista. “En realidad es algo maravilloso, porque muchos compran por los ojos y luego se quedan a vivir en la literatura. Si es así, si mi trabajo llama la atención en una librería y a través de él un lector descubre a Dickinson, yo me doy por satisfecho”.




                   Ilustración de Jorge González para Memorias del subsuelo, de Dostoievski.


5. tr. Instruir, civilizar. U. t. c. prnl.

“Hace siete años, cuando la gente oía hablar de ilustración decía: ¿ilustración? Ah, los libros esos para niños”, cuenta Sabela Mendoza, directora de Ilustratour, el festival sobre ilustración que, tras siete años en Valladolid, se celebró la pasada semana en el Matadero de Madrid, y que contó con la participación de 50 editoriales y 30 artistas invitados del calibre de Liniers, William Grill, Ana Ventura o Aitor Sarabia, que impartieron talleres y clases magistrales.

 Este año, en el marco del festival se celebró un seminario cuyo nombre ilustra bastante bien la situación actual: Entre el boom y el crash. “Es cierto que el fenómeno del libro ilustrado está creciendo, que cada vez hay más ojos puestos sobre esto, y que hay una explosión en la creatividad de los ilustradores; pero también es cierto que la profesionalización no se está dando al mismo nivel, que todavía cuesta mucho vivir de esto, que los creadores, excepto casos muy contados, se sacrifican demasiado”, reflexiona Mendoza, sentada entre los puestos del mercado de la ilustración montado en el Matadero, rodeada por cientos de portadas.
“Por eso es importante algo como lo que nosotros intentamos en Ilustratour. Un punto de visibilización, pero también de encuentro, en el que las diferentes editoriales se conozcan, los ilustradores hablen… que se cree una industria, que es lo que hace falta”.


6. tr. Rel. Dicho de Dios: Alumbrar interiormente a las criaturas con luz sobrenatural.

Teresa Durán (Barcelona, 1949), además de escritora e ilustradora con más de 100 libros a sus espaldas, es profesora de Educación Visual y Plástica de la Universidad de Barcelona, y da una visión global, casi antropológica, del fenómeno: “Cuando miramos la historia de la literatura vemos un punto de inflexión muy importante: el momento en que se pasa de lo oral a lo escrito”, relata. “En ese momento se pierde la interpretación que el orador hacía del cuento, su propia pátina personal, porque el texto quedaba anclado en su forma escrita. Por eso es tan estimulante el mundo de la ilustración, porque esa interpretación se recupera. El texto pierde sus corsés y se reinventa”.
No escatima Durán en elogios hacia el trabajo del ilustrador. “El ilustrador tiene una característica maravillosa, y es que ejerce de primer lector. Es el más atento”, cuenta. “Cumple la misma función que un director teatral, que se ocupa de la puesta en escena de un texto escrito por otro. En un álbum ilustrado, cada brochazo, cada pincelada son su particular atrezo”.

Kafka, Dostoievski, Milton o Melville, expresados ya no solo en palabras, sino en formas; rojos, amarillos y azules que se unen al negro de cada letra. Clásicos de la literatura que han encontrado, si no réplicas, al menos compañeros de viaje que llevar de la mano en la más titánica de las tareas: la de llegar al lector.
“Al final somos como los escritores. Hay un ilustrador para cada lector”, apostilla De la Rubia. “Y cuando ese lector te encuentra, se queda contigo”.




             Ilustración de Kike de la Rubia para 'La extensión de mi cuerpo', de Walt Whitman'.












lunes, 7 de septiembre de 2015

MUÑOZ, NINE, SCAFATI: HOMENAJE a la ILUSTRACION

 
El sábado 5 de setiembre se produjo una charla poco frecuente, por la categoría de los participantes, en el Centro Cultural Kirchner, en el marco del Primer Encuentro Internacional de Ilustración.
Así la anunció el diario La Nación:
 

                                                         José Muñoz
 
Carlos Nine, Luis Scafati y José Muñoz, tres de los ilustradores más prestigiosos y con mayor trayectoria del país, tendrán hoy un homenaje organizado por colegas más jóvenes como Diego Bianki. 
Moderado por Sebastián García Schnetzer, de la editorial Zorro Rojo, el diálogo entre los artistas forma parte del Primer Encuentro Internacional de Ilustración, que comenzó ayer en el Centro Cultural Kirchner en el marco del Mercado de Industrias Culturales Argentinas ( MICA )
 
 
 
                                                       Luis Scafati
 

"Pensamos el homenaje como un puente entre las nuevas generaciones y estos maestros reconocidos y premiados en el mundo, como Nine, Fati y Muñoz, que en los últimos veinte años casi no publicaron en nuestro país", dijo Bianki a LA NACION. "Aunque los veamos muy poco por aquí porque sus trabajos se publican más en Europa, siguen siendo referentes de nuestro oficio", agregó el fundador del sello Pequeño Editor, que se ocupó de difundir la actividad en las redes sociales. "Organizar este primer encuentro dedicado a la ilustración ha sido un gran esfuerzo y un gran comienzo. Nos visitan muchos personajes interesantes, como Alicia Distel, antropóloga de Jujuy que vino a mostrarnos un relevamiento de dibujos rupestres prehispánicos."


                                                          Carlos Nine


Y así la comentó el diario Clarín:


Antes que ellos se conocieron sus imágenes. Sus ilustraciones de tapa en las revistas Fierro o Humor, sus dibujos en Clarín, los hicieron populares. Hoy sus nombres son marca registrada. José Muñoz, Carlos Nine y Luis Scafati, los tres grandes ilustradores argentinos, se reunieron ayer en el Centro Cultural Kirchner. Fue en el marco del Primer Encuentro Internacional de Ilustradores que a su vez fue parte de las actividades del Mercado de Industrias Culturales (MICA).

Allí los tres debatieron acerca de lo que significa ser ilustrador y los cambios en la profesión a partir del uso de las nuevas tecnologías. Eso sí, pudieron hacerlo una vez superada la incomodidad inicial que se generó cuando más de 200 personas se quedaron afuera de la sala por falta de espacio. “Esto es sólo ineficacia de la organización” –se enojó Muñoz– “vayámonos de este lugar y hablemos en una plaza pública”, propuso. Pero no sucedió. Las puertas se cerraron y sólo los afortunados que consiguieron entrar pudieron presenciar la charla.





Moderados por Sebastián García Schnetzer, editor de Libros del Zorro Rojo, que definió a los invitados como “parte de una generación de notables alquimistas que dedicaron su vida al dibujo”, se refirieron, en primer término, al significado de ser ilustrador. Fue Carlos Nine –que publicó sus dibujos en Clarín, Fierro o las ediciones argentina y estadounidense de la revista Play Boy– quien tomó la palabra: “yo hago dibujos y si los vendo mejor, soy un trabajador. Pero no quiero ser artista, sería una responsabilidad demasiado grande”, dijo. Por su parte, Muñoz, definió su oficio como “el regalo más grande que he recibido. Es como estar en un estado de goce perpetuo”, afirmó este artista que vive entre Italia y Buenos Aires y que publicó sus primeros trabajos en revistas como Hora Cero y Frontera. “Dibujo desde que tengo memoria”, añadió el mendocino Scafati, cuyos dibujos se han visto en Noticias, Clarín, Sur y ADN entre otras.

“Ilustradores hubo muchos, antes de que se inventara la palabra ilustración -señaló Carlos Nine-. Picasso con el Guernica ilustró la Guerra Civil Española”. Muñoz habló de la tarea de ilustrar literatura refiriéndose a sus trabajos sobre textos de Albert Camus o Julio Cortázar, y señaló que se trataba de una relacíón “de ida y vuelta, “el texto me ilustra y yo lo ilustro a él”, dijo. Scafati añadió que, para él, “el dibujo es en sí mismo un relato: no es casual que muchos escritores dibujen y muchos dibujantes escriban”.
“¿Qué hace falta para ser ilustrador en el mundo moderno?”, quiso saber el moderador. “Hay que tener coraje, porque el fracaso está a la vuelta de la esquina”, dijo Nine, y Muñoz añadió: “sí, pero el dibujo te salva de algunos encontronazos con el mundo real”.





 
Ante el interrogante sobre la existencia de una responsabilidad social o moral del dibujante, Nine respondió de manera tajante: “Yo no tengo ninguna. Pensar que el arte tiene alguna responsabilidad social es tener mentalidad victoriana”. Con respecto a la relación con los editores y el aspecto comercial de la profesión de ilustrador, fue Muñoz quien tomó la palabra: “Uno tiene que saber cómo vender lo que hace, pero no tiene que hacerlo pensando en eso”, opinó. El moderador citó la frase de Goethe: “los editores beben champán en la calavera del autor”, y quiso saber si los invitados estaban de acuerdo con el escritor alemán. Le respondió Scafati, quien señaló que había trabajado con muchos editores diferentes y que “hay de todo, pero en las grandes editoriales se pierde el contacto con la persona”.

“¿Y dónde está el plus de la imagen sobre la palabra?” quiso saber alguien entre el público. “La imagen cuando toca un tema sensible no deja escapatoria”, dijo Muñoz y Nine le dio la razón al decir que “el texto escrito te da tiempo para reflexionar, la imagen es una cachetada inmediata”. Muñoz añadió que “la imagen puede provocar palabras y las palabras también pueden provocar imágenes”.
 Para cerrar, los ilustradores se refirieron a los cambios que introdujeron en su trabajo las nuevas herramientas digitales. “No estoy en contra del progreso”, dijo Muñoz, “pero claramente acá se ha perdido el alma. Ese es mi límite”, aseguró. Nine confesó que le parecía interesante como fenómeno “pero implica la desaparición del original”, afirmó. Para Scafati, sin embargo, las nuevas herramientas son sólo “otra forma de acceder a la ilustración”.