Esta nota podría ser una historieta. En vez de letra de imprenta
sobre fondo blanco, tendría cuadros. En el primer cuadro, el dibujo de
una página de diario, con letras y fotos. En el segundo, esa página
tradicional se ha convertido en una página de historietas con una
noticia dibujada. En el tercero, el retrato a tinta china de un
periodista les habla –con la ayuda de un globo– sobre el potencial de la
historieta para contar historias periodísticas serias.
Si
no le convenció el ejemplo, culpe al guionista-redactor pero no al
lenguaje de la historieta. Su eficacia periodística fue ampliamente
demostrada hace más de treinta años, cuando el estadounidense
Art
Spiegelman contaba en
Maus el horror nazi de los campos de exterminio.
Además de convertirse en el primer historietista en ganar un premio
Pulitzer, la proeza de
Spiegelman fue lograr que editores y libreros
comprendieran que los cuadros con dibujitos y globos no son sólo para
niños o para hacer reír. Como explicó el propio
Spiegelman en una
entrevista esta semana, nacieron como tiras cómicas para estimular la
venta de los diarios pero hoy ya son otra forma de periodismo.
Entre
los responsables de la evolución hacia el género documental sobresalen
los nombres de
Joe Sacco (
EE.UU.) y
Guy Delislé (
Canadá).
Delislé, por
sus documentados y medidos relatos de viaje en
Asia (Pyongyang y
Shenzhen, entre los dos más populares).
Sacco, por ser lo más parecido a
la imagen popular del cronista de guerra: escribe y dibuja sus libros
consultando a especialistas y entrevistando a los pobladores de zonas de
conflicto como
Palestina, Gorazde o la
Franja de Gaza.
Las
historietas de
Sacco molestan por su propensión a interrumpir la
narración presentándose a sí mismo como un personaje digno de lástima
pero siguen figurando entre las mejores del género, por su documentación
y profundidad. Uno de sus recursos, también explotado por
Spiegelman,
es convertir el relato de sus entrevistados en un cómic dentro del
cómic. Las imágenes de esa historia escuchada que un fotógrafo nunca
habría podido tomar,
Sacco las dibuja. No hay engaño posible: el lector
sabe perfectamente que esos dibujos son una interpretación que hace el
autor. Como dice
Diego Rey, de la editora independiente
El Hotel de las
Ideas, “en un texto pelado puede estar más disfrazada la opinión pero en
la historieta es evidente que hay una voz”.
Otra prueba del
interés por el género es el surgimiento en los últimos años de revistas
que sólo publican periodismo en historietas. En
Francia, la trimestral
La Revuee Dessinée de
Franck Bourgeron lleva más de dos años
imprimiendo tomos de 228 páginas. En formato digital, la iniciativa más
destacada –aún con vida– es
Illustrated Press , un colectivo de
periodistas y dibujantes que apuntan al periodismo barrial publicando en
la Web historietas sobre las personas y los barrios marginales de
Chicago.
En Argentina, el género también ha dado sus primeros
pasos. Desde las entrevistas que
Liniers dibujaba hace unos años en el
diario
La Nación hasta el más reciente
Camino a Auschwitz con que
Julián Gorodischer y
Marcos Vergara toman el testigo de
Spiegelman
convirtiendo recuerdos familiares en un documento sobre el nazismo.
Pero
como ocurre con otros géneros, los autores argentinos no sólo producen
historieta periodística para el mercado local. En
España hace varios
años que se publican entrevistas y páginas de análisis político
dibujadas por
Fernando Calvi, para quien la llegada del periodismo a la
historieta “es algo para festejar” sin perder de vista el resto de
posibilidades: “Los géneros van y vienen; quizás el western no esté de
moda hoy, pero aún así hay autores que lo cultivan; en
Francia, uno de
los países que más se volcaron a la historieta periodística y a las
biografías, se siguen editando historietas de piratas”.