Un par de muestras que se realizan en
Buenos Aires sirvieron como disparador para una nota de
Lux Linder, para el suplemento
Ideas del diario
La Nación; donde primero le sirve para comentar sobre la revalorización que actualmente merece el
dibujo como disciplina individual.
A continuación la reproducimos.
Línea rebelde. Crece la libertad del dibujo
Lejos del tabú. Con obras de decenas de artistas, dos muestras exhiben la vitalidad de una de las disciplinas más universales
Por
Lux Linder
| Para LA NACION
Durante mucho tiempo, el
dibujo parecía un aristócrata
rebajado a tareas de mayordomo dentro de las artes visuales. Se hablaba
de él con respeto, se pasaba el plumero por su árbol genealógico, se
destacaba la importancia de dominar el lápiz y algún sabelotodo
mencionaba frases de
Ingres. Cualquier cosa con tal de no tomarlo en
serio y seguir usándolo como auxiliar para sacarles las castañas del
fuego a escultores, pintores y, más recientemente, a
performers
que se retuercen con fondo de micrófonos acoplando.
Al mismo tiempo,
había "
peligros" que acechaban al dibujante con orientación artística y
que se mencionaban a media voz:
la ilustración, la caricatura, la
historieta, la publicidad, lo panfletario. Con el siglo XXI, esto parece
estar cambiando. Prescribieron los campos minados y las señales de
desvío pintadas con colores vergonzantes. El dibujo contemporáneo no se
preocupa por esquivar "peligros", sino por atravesarlos de modo
consciente a la velocidad adecuada y variable (que puede ser cercana a
la de la luz o lenta como el avance de una tortuga medicada) que permita
resignificar los materiales desplazados.
Puede hablarse de una
autonomía del dibujo como una disciplina o, dicho de forma más drástica:
un dibujo de un artista contemporáneo puede parecer cualquier cosa. Y,
encima, ser una "obra terminada" .
Esto era tabú en el arte moderno.
Recordemos que
Yuyo Noé comparaba una obra terminada con un cadáver y
dibujantes
undercover, como
Badii o
Nigro, han vivido obligados a
hacer malabarismos bajo presión para que sus dibujos parecieran otra
cosa que dibujos.
Por todo esto, el panorama actual del
dibujo es
bastante inabarcable. Y, a diferencia de lo que pasa con la pintura,
está en una condición de insurgencia permanente.
En la galería
Quimera del Arte (Humboldt 1981, hasta el 29 de agosto) se inauguró días atrás la muestra
"bosquejar esbozar proyectar" ,
imprescindible para los interesados en el estado del
dibujo en la
Argentina. Se exponen 162 trabajos de 54 artistas vivos, de diversas
generaciones y trayectoria. Los curadores,
Santiago Bengolea (Fundación
Proa) y
Javier Aparicio (Museo La Ene), llegaron a esa cifra pidiendo a
cada artista tres dibujos de tamaño no mayor a 40 x 40 cm. Seleccionaron
materiales en distintos escalones de autoconciencia, ángulo de acceso,
grados de terminación y manufactura.
Es imposible hacer justicia
en tan poco espacio a una muestra con tanta información; recomiendo
verla para formarse una idea personal y reforzar un recorrido propio.
Lo
que sigue es simplemente una enumeración de algunos nombres.
Cristina
Schiavi y
Adriana Minoliti podrían estar mostrando bocetos para
pinturas; se las puede identificar al primer golpe de vista.
Ernesto
Arellano, escultor-ceramista, es también reconocible desde lejos; de
cerca notamos cuánto disfrute ha puesto en su hoja de papel. ¿Será el
pequeño formato su vocación oculta?
Marta Cali, Marcela Astorga, Jorge
Miño y Manuel Ameztoy, no considerados "dibujantes", presentan proyectos
que oscilan entre lo proyectual, lo escultórico, lo arquitectónico y lo
instalativo. Para quienes estamos acostumbrados al arte digital "puro y
duro" de
Cali, ver algo de ella "hecho a mano" es casi motivo de susto.
¿Podríamos sumar a este grupo a
Mariano Ferrante, preguntándonos si lo
que muestra es "obra autónoma" o un "proyecto"?
Juan Tessi, artista
audaz e imprevisible en permanente reinvención de su discurso, muestra
una especie de lado D de su producción. Aunque puede ser el lado F.
Gala
Berger interviene lúdicamente sobre papeles que se demoraron durante
años en la aduana. El azar, la simple huella, es otro recorrido presente
en la muestra bajo distintas pariciones; cabe mencionar las marcas de
café sobre papel de
Facundo Pires y los sedimentos de "energía boluda"
desplegados por
Laura Ojeda Bär.
Florencia Böhtlingk mantiene cierta
intención costumbrista y arcaizante derivada de sus viajes a África.
La
combinación "ditellista" de minimalismo y languidez puede verse
perjudicada por el pequeño formato. Es lo que pasa con las obras de
Valeria Maggi y
Tiziana Pierri.
Nacho Valdés mantiene un
territorio intermedio ente gráfica y colorismo. Establecer una
clasificación exacta de su trabajo tenazmente no figurativo sería arduo
y, quizás, inútil.
Juan Malka deleita con las travesuras cromáticas de
un espiritista que hace bromas de sociedad.
Para que no falte una
categoría tan enraizada entre nosotros como "arte latinoamericano con
mapas",
Melina Berkenwald aporta mapas londinenses intervenidos y
Mónica
Girón, pedazos de proyecciones planetarias.
Cervio Martini dibuja sobre
espejos, como una especie de
Kippenberger incontinente. El
Dr. Lapadula
hace hablar al humo doblando sus esquinas. Un pez globo de
Gabriel
Altamirano puede ser eslabón de una ciencia que deriva hacia la
objetividad pervertida? ¿o perversa objetividad?
La temperatura de
las obras al grafito preciosistas y algo ominosas de
Santi Gasquet, con
cierta deriva sado-feudal, me hicieron pensar en las atmósferas
sofocantes del pintor mexicano
Julio Galán.
Aclaro que veces en esta
muestra uno no la pega, y lo que de lejos parecía un
Amadeo Azar es un
Diego Mur.
Matías Ercole profundiza sus agitaciones sobre el plano rayado de la posibilidad. El
rendering virtuoso y enérgico de un mundo condicionado por las magnitudes épicas se evidencia en los trazos nerviosos de
Héctor Meana.
Alejandro Pascuale
Homenaje a Narciso
Corresponde
decir algo del trabajo curatorial. La curaduría de esta muestra es más
aluvional que dogmática. Sus responsables no consideran lo que ha de
verse como un
group show. La plantean como ejercicio de inmersión
con sesgo teatral, en el que las obras pequeñas rodean la "cúpula
terrestre": la intervención
site-specific realizada por
Alejandro Pasquale y
Luis Rodríguez, basada en el tema de
Narciso, primer disparador de todo el conjunto.
Pasquale
intervino con ampliaciones de sus dibujos a lápiz tres muros móviles de
la galería que irán cambiando de posición para acentuar los
intercambios espaciales del conjunto.
Rodríguez, de extracción más
conceptual, dispuso la superficie de este pequeño cosmos simulando en el
suelo, con cintas de embalar, un lago en el que el espectador puede
transitar su deriva óptica, como un
Narciso en aguas pegajosas. "La
tercera dimensión es una trampa por los cristales cóncavos de la
mirada", advierten los curadores.
La muestra se completará con una
publicación documental realizada por
Ediciones Q; integrará el fondo
editorial de las exhibiciones de
Quimera iniciado este año a modo de
bitácora de dibujos, que registrará el panorama artístico local
contemporáneo.
ARTISTAS PARTICIPANTES
Adriana Minoliti, Agustín González Goytia, Alejandro Bonzo,
Alexia Muñiz-Braun, Alexis Minkiewicz, Ana Casanova, Andras Calamandrei,
Andrea von Lüdinghausen, Ariel Mora, Augusto Zanela, Cervio Martini,
Constanza Abete, Cristina Schiavi, Daniel Tremolada, David López
Mastrángelo, Diego Mur, Ernesto Arellano, Fabián Nonino, Facundo Pires,
Florencia Bohtlingk, Francisco Amatriain, Gabriel Altamirano, Gala
Berger, Héctor Meana, Hernán Paganini, Ignacio Valdéz, Irana Douer, Jair
Jesús Toledo, Javier Ferrante, Jorge Miño, Juan Malka, Juan Tessi,
Julim Rosa, Kirsten Mosel, Laura Ojeda Bar, Luciana Pía Faccini,
Magdalena Petroni, Manu, Fernández López, Manuel Ameztoy, Marcela
Astorga, Mariano Ferrante, Marta Calí, Matías Ercole, Melina Berkenwald,
Mónica Giron, Pablo La Padula, Santiago Gasquet, Silvana Lacarra,
Silvia Gurfein, Tiziana Pierri, Valeria Maggi, Walter Álvarez.
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Kirsten Mosel
Tres dimensiones, múltiples materiales
About Line,
exposición colectiva en
Espacio Kamm (Mario Bravo 1136, hasta el 31 de
julio) guarda cierta relación con la de
Quimera del Arte por su modo de
concentrarse en el dibujo. En una escala más "
de cámara", aquí se ha
priorizado la reflexión sobre el modo de producir líneas puras con los
materiales más disímiles, "con la esperanza de que juntas conformaran
una trama". Los directores de la extensión porteña de la galería suiza
Ivo Kamm -el colombiano
Julián León Camargo y la alemana
Kirsten Mosel,
también presente en la muestra de Quimera- sumaron a sus propias obras
otras de
Gaspar Acebo, Bruno Dubner, Marcolina Dipierro, Sofía Durrieu,
Bruno Gruppalli, Andrés Sobrino, Carola Zech y Guido Ignatti.
Marcolina Dipierro