DisTinta, el complilado de historietas de Liniers y Martín Pérez
Nota de Juan Manuel Strassburger para el diario La Nación del sábado 01 de julio de 2017
Liniers y Martín Pérez: "Los que hacen historietas suelen ser introvertidos, pero debajo hay un volcán"
El ilustrador y el periodista crearon DisTinta, un libro que compila a los mejores viñetistas locales de los últimos 20 años
C omo en esas películas apocalípticas en la que el héroe o la heroína se levanta al día siguiente de la gran hecatombe y debe decidir qué hará de ahí en más en una ciudad hecha ruinas y con pocos sobrevivientes a la vista, el panorama de la historieta argentina entre fines de los noventa y principios de los dos mil era desolador.
Casi sin lugares donde publicar, los nuevos dibujantes y guionistas tuvieron que apelar a la inventiva y el tesón para desarrollarse en un contexto hostil y con Internet todavía en ciernes.
"Una generación que debió salir a pelearla casi de la nada", señala Liniers que de esto sabe porque formó parte de esa camada que hoy brilla en DisTinta, una superantología de nueva historieta argentina que acaba de publicar Sudamericana y que junto al periodista cultural Martín Pérez compiló para hacer justicia con aquellos años cuesta en el desierto. Pero también para celebrar el presente: un momento desbordante de imaginación y contundencia; de premura por hacer oír la propia voz y de crear con libertad.
"La idea fue hacer un complot para ", dictamina Pérez una extraña mañana primaveral de invierno con el voluminoso libro en sus manos, una bellísima edición de casi 400 páginas de papel color y 33 potentes historietas de autor adentro. "Cuando nos sentamos con Liniers a pensar este proyecto, la idea fue reunir a la mayor cantidad de representantes de esa primera generación de autores que habían mantenido viva a la historieta argentina en el nuevo siglo", explica Pérez desde el prólogo del libro. "Una generación que no disfrutó de un mundo en el que había revistas de historietas en los quioscos, pero que es responsable de que las historietas no sólo sigan y ocupen cada vez más lugar en los diarios, las revistas y las redes, sino que conquisten otros lugares donde narrar entre globos y cuadritos", completa. Y así es.
En DisTinta conviven autores integrales que vienen trajinando desde hace más de quince años como Max Aguirre (conocido por sus tiras en LA NACION), Clara Lagos (integrante del Blog Historietas Reales además de habitual colaboradora en diferentes revistas), Ángel Mosquito (figura de la revista Fierro y Tiempo Argentino), Salvador Sanz (responsable de Catzole, la revista under que junto a Comiqueando mantuvo viva la llama) y Gustavo Sala (autor de la tira Bife Angosto en el Suple No de Pag 12) con otros valores más recientes como Juan Sáenz Valiente (reconocido novelista gráfico y colaborador de escritores como Pablo de Santis y Hernán Casciari), Polaco Scalerandi (de la revista Lule Le Lele), Sole Otero (integrante del colectivo Chicks on comics) o Pablo Túnica (con trabajos en Fierro y Europa).
"Está muy claro lo diferente que es cada autor porque hay de todo: autobiografía, ficción, humor bizarro, narración tradicional y experimentos varios. Cada uno de los 33 dibujantes va por distintos lados y se nota", señala Liniers, que en DisTinta hace un identikit de sus colegas (para acompañar las presentaciones que hace Pérez previo a cada historieta) y es el responsable de la impactante portada: una "avanzada" de aguerridos dibujantes con gigantes lapiceras de tinta china como lanzas.
"Algunos me preguntan, ¿por qué están tan enojados los dibujantes de la tapa? Porque están yendo a una batalla. No es fácil decidirse a ser historietista. No es que automáticamente te viene la fama, el prestigio y el dinero", explica el autor de Macanudo. Y amplía: "Los que hacen historietas suelen ser introvertidos, tranquilos. Pero debajo de eso casi siempre hay un volcán. Vos hablás con Lucas Nine y es muy tranquilo y sereno. Pero debajo de esa calma está pasando de todo. Hay una ebullición.
-¿Por qué DisTinta es un complot?
Pérez: -Porque la idea desde el principio fue generar un libro lo suficientemente potente como para que en el futuro las grandes editoriales contraten historietistas como ya contratan autores de narrativa. Y la única forma de lograrlo era con un libro como DisTinta: un librazo con portada de Liniers que reuniera a muchos de los mejores dibujantes de nuestra época. Por eso, a todos los dibujantes, a cada uno de los 33 que convocamos para que se sumasen al proyecto, les decía: "Estamos haciendo un complot con Liniers para meter la historieta en una editorial grande. ¿Te sumás?" Y no hubo nadie que nos dijera que no.
Liniers: -Claro, un caballo de Troya. Un libro que también podés verlo como un gran artefacto. Que si lo agarrás y le hacés una pasada rápida por sus hojas, en seguida se te meten 15 o 20 universos distintos en el ojo. Una bomba.
-¿Cómo fue hacer el libro, la cocina de su confección? ¿Cómo decidieron quiénes iban a estar y quiénes no?
Pérez: -Fue todo muy orgánico. En un punto es un libro que fue armándose solo y que reproduce la organicidad de la actual historieta argentina. Y si bien al principio nos costó ver quiénes entraban y quiénes no, una vez que decidimos hacer el corte en el núcleo después de Suélteme (revista de culto de los 90 que reunió a muchos futuros referentes del actual humor gráfico argentino) el proceso se simplificó, salió natural.
Liniers: -Que el punto de corte fuera Suélteme fue difícil porque además de ser amigos de todos ellos, los admiro un montón. Para mí fueron el Barsa. Entonces que no estén Podetti, Parés, Sapia, que es toda gente que quiero mucho, es duro. Pero era lo que requería DisTinta.
-¿Qué historieta argentina muestra DisTinta?
Liniers: -Una historieta con mucha creación, con mucha libertad. Como la mayoría no tenía dónde publicar terminaron desarrollando estilos muy personales: no necesitaban parecerse a nadie para entrar a una determinada revista; el que dibujaba lo hacía porque de verdad necesitaba dibujar. Y así la búsqueda fue totalmente libre. Cada uno yendo a donde quería ir. Y por necesidad individual. Y creo algo parecido está pasando a nivel mundial.
Pérez: -La historieta siempre estuvo en función del medio de producción: se hicieron historietas para los diarios, para los libros, para las revistas. Lo novedoso ahora es que en muchos casos no se hace para un medio específico sino para que circule por la Web. Aparecen los autores y recién después ven adónde se acoplan.
Liniers: -Hay un cambio a nivel mundial porque la historieta, cuando nació, quedó encerrada en el humor y la aventura. Y para un público masculino joven. Casi como una especie de hermana menor del cine. Durante setenta años fue más o menos eso. Hasta que la aparición de obras como Maus (de Art Spiegelman) mostraron que desde el cómic se podían contar otras historias y de otra manera, y que sus autores bien podían ser tratados como escritores o cineastas. De hecho, hace poco The New York Times, un diario que nunca publicó tiras, sacó su revista dominical toda hecha de historietas. Como si fuera una gran novela gráfica. Comprendieron que hay espacio para un Bergman o un Fellini dentro de la historieta. Una idea que antes no existía.
Pérez: -Hace poco Lucas Varela contó en Facebook que había participado en Francia de una revista nueva de noticias para menores de 20 años con todas notas hechas en formato historieta. Hay una apropiación del lenguaje que ocurre a nivel global y que es específico de los últimos años.
Nota de Andrea Guzmán para el diario Página 12 del domingo 14 de mayo de 2017
La generación huérfana
En
la antología DisTinta, Liniers y Martín Pérez se propusieron, entre el
rigor y el capricho, representar a la generación que mantuvo viva la
historieta con el cambio de siglo, luego que desapareciesen sus revistas
del kiosco.
Ese fue su punto de partida, al menos, aunque se terminaron
colando también nombres mucho más recientes. Desde Lucas Nine y Gustavo
Sala hasta figuras jovencísimas como Sole Otero o Camila Torre Notari:
400 páginas a todo color y 33 dibujantes catados por un historietista y
un periodista que además son difusores del género y, por supuesto, fans.
La historieta argentina debería estar muerta. Así de rotunda es la primera frase que abre el prólogo de DisTinta, la nueva antología compilada por Martín Pérez y el dibujante Liniers. Aunque esta contundente afirmación, aseguran los autores, no se trata de un deseo personal ni de una premonición pesimista, sino apenas de una constatación realista acerca de nuestra actualidad y nuestra forma de consumo cultural. Cada vez más digital, más efímera, menos narrativa, más pirotécnica. Lo bueno, es que aunque quizás debería estar muerta –o como afirman ellos, con suerte relegada a la nostalgia– la historieta argentina no solo continúa con vida, sino que respira con una energía renovada y sorprendente.
Tanto así, que incluso esta selección –con sus imponentes 400 páginas a todo color, sus treinta y tres dibujantes y sus seis guionistas– llegaría a parecer pequeña para abarcar todas las aristas de su actualidad. Por este motivo, Pérez y Liniers se propusieron pensar en un libro bien específico. El recorte que eligieron no busca reunir a la nueva historieta con sus representantes más actuales o más vanguardistas, sino ser retrato de la generación de los años 2000, que ellos consideran la generación huérfana y una bisagra entre la gloria editorial que gozó la Argentina de antaño, y el universo de la historieta actual, que ya encontró su vía para renovarse y seguir existiendo de forma independiente. Durante la caída de la industria editorial de los años noventa, en un país con una larga tradición de historieta y acostumbrado a las revistas en los kioskos y los autores de exportación, una nueva generación quedó colgada.
Y aun sin industria y sin revistas, tuvo que apropiarse de las herramientas digitales, los fanzines abrochados, el empuje de los circuitos independientes y la colaboración entre pares para mantener bombeando sangre al corazón de la historieta argentina. “Cuando pensar en ser historietista era simplemente algo absurdo”, comenta Liniers. Y no es que ahora no lo sea, habría que convenir. Aunque Argentina cuenta con una vasta y consagrada tradición en este campo, la historieta actualmente sobrevive a punta de editoriales emergentes y pujantes, de blogs y sitios web, de pequeños distribuidores entusiastas y, salvo contadas ocasiones, es más bien ignorada por las grandes editoriales locales. Quizás por no entenderla o por no saber juntarla, o porque a pesar de su gran tradición es un terreno mutante, difícil de rastrear y, claro, difícil de vender.
Por eso, DisTinta es un libro pensando para meter el gol de la historieta a un nivel más macro. Con el espíritu de The Best American Comics, que se compila anualmente en Estados Unidos con un dibujante invitado que elige algunos de los mejores trabajos de sus colegas en el año. En el caso norteamericano, lo han hecho Alison Bechdel o Chris Ware. Y en el argentino, la opción lógica para empezar parecía ser Liniers, que junto a Pérez –dicen ellos, con placer pero también con mucho pesar– seleccionó a 33 dibujantes con un promedio de 10 páginas para cada uno. Lo primero fue definir un marco, el de los últimos representantes de la era industrial: Cachimba, Podetti, Fayó, Parés y Sapia.
Ellos quedaron fuera, pero funcionaron como punto de partida para retomar con algunos representantes del fanzine de fines de los noventa y algunos de los que encontraron espacio en la web a principios de los dos mil, casi todos ahora consagrados. Un rejunte donde se puede ver a Fernando Calvi junto a Sole Otero o a Jorge González junto a Decur. Algunos mucho más cercanos a la nueva generación como la joven Gato Fernandez, o quizás la mejor representante del fanzine actual como es Camila Torre Notari, junto a un consagrado como Lucas Nine.
En el libro hay héroes, autobiografía, postales suburbanas o aventuras alucinatorias, tan ecléctico que por momentos uno se pregunta por el criterio de todo esto. Y la respuesta es que es básicamente el espíritu de esa generación, que más que afinidades estéticas o temáticas tenían como característica común esta orfandad. Y, quizás por eso,su inusual libertad autoral.
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