ALFRED KUBIN, el DIBUJANTE MELANCOLICO
Visiones imborrables de un dibujante melancólico
En una nueva traducción, reaparece El otro lado, la única y singular novela del ilustrador y pintor checo Alfred Kubin.
Nota de Ezequiel Alemian para el diario Clarín
Nota de Ezequiel Alemian para el diario Clarín
"De constitución delicada y nervios excitables, desde muy temprano mostré una inusitada tendencia al ensimismamiento”, escribió Alfred (Leopold Isidor) Kubin en 1926.
Kubin había nacido cincuenta años antes en Leitmeritz, Bohemia del Norte, de padre agrimensor, siempre de viaje, y de madre pianista, muerta cuando él era un niño. El padre se casó con una tía pero enviudó rápidamente, al nacer su segunda hija. En 1883 Kubin es enviado a Klagenfurt a estudiar fotografía con el hermano de la tercera esposa de su padre.
En 1896, asediado por ataques de nervios cada vez más intensos, concibe la idea de suicidarse ante la tumba de su madre, pero el tren que se toma para ir al cementerio queda demorado varias horas, por una inundación, y en el momento decisivo le falla la pistola. Resuelto a ser fotógrafo militar y dispuesto a hacer las tareas más bajas del ejército, como limpiar los pisos de los baños, se alista en un regimiento, aunque es rápidamente internado en un hospital militar, abrumado por los trastornos del sueño.
En Múnich, adonde se muda para estudiar arte, falta siempre a clases, hasta que una visita al museo de arte de la ciudad le señala el camino: se dedicará al dibujo, con preferencia por los mundos de la noche, lo misterioso y las pesadillas.
En Múnich, adonde se muda para estudiar arte, falta siempre a clases, hasta que una visita al museo de arte de la ciudad le señala el camino: se dedicará al dibujo, con preferencia por los mundos de la noche, lo misterioso y las pesadillas.
Sobre lo que vio de Brueghel el viejo escribió Kubin: “No solo los motivos de la obra de arte del maestro me llamaron la atención, sino, mucho más, el carácter elemental-visionario de su arte, que brota del inconsciente y que, con medios sobrios y sencillos, de manera casi artesanal, da forma a un torrente de imágenes”.
Se especializa en el uso de la plumilla y de la aguada de tinta. Dibuja sin parar y lleva al papel “imágenes fantasmagóricas y caricaturescas”, en consonancia con su “deprimente estado anímico”. En 1902 su primera exposición tiene un éxito enorme, aunque no de ventas. “La gente estaba horrorizada con lo que veía”, escribió. Un año después lo consagran las doce obras que exhibe en la Secesión Vienesa. Exhibe en Berlín y París, viaja a Italia del Norte. La crítica lo considera “el Goya del Siglo XX”.
De esos años son sus dibujos más estremecedores, cargados de simbolismo, monstruosos, crepusculares, oníricos. “La guerra” (1903), una de sus láminas más famosas, parece anticipar el destino violento de una época que se encaminaba a la catástrofe. “El huevo” (1900) es una representación de la mujer en la que la vida se expresa a través de la muerte.
En 1907 fallece su padre e internan a su mujer. Se hunde en una “depresión evocativa”. Para ocupar el tiempo y distraerse un poco imagina una historia de aventuras, que lleva al papel. “Las ideas fluían en abundancia, me obligaban a trabajar día y noche. Al cabo de doce semanas había terminado de escribir una novela fantástica. Las cuatro semanas siguientes las dediqué a ilustrarla”. El resultado es El otro lado (Die andere Seite), verdadero clásico de la literatura fantástica, que acaba de ser reeditada en castellano en una versión excelente de Gabriela Adamo.
El protagonista de la novela es un dibujante melancólico y desganado, a quien un ex condiscípulo, a través de un intermediario, invita a visitar el Reino Soñado que ha creado: “refugio para aquellos que se hallan insatisfechos con la cultura moderna”, “que sienten un profundo rechazo hacia todo tipo de progreso”. Una buena suma de dinero termina por convencer al dibujante, que parte con su mujer. Viajan en tren, en barco, en carreta. De Múnich pasan a Constanza, luego a Batumi, a Bakú, Krasnowodsk, Samarcanda... y así hasta los confines de Asia.
En el Reino Soñado (Perla es el nombre de su capital) nunca brilla el sol ni se ve la luna. La mayoría de los soñadores son nacidos en Alemania, de condición neurasténicos. Los niños no son bienvenidos. Se usa ropa de cincuenta años atrás. El dinero circula de forma muy extraña, todas las fantasías son realidad. La fe en un poder al que nada se le escapa, un ojo que puede entrar en cualquier grieta, es lo único permanente en el lugar.
El dibujante y su mujer alquilan un departamento y él consigue trabajo como periodista ilustrador en la publicación semanal del reino. Su estilo, él mismo lo define, es “psicográfico”: transmite, a la manera de un instrumento meteorológico de alta precisión, las más ligeras variaciones de su espíritu.
De esa manera describe las casas y las calles penumbrosas, los oscuros personajes que va conociendo, las costumbres misteriosas, la enigmática vida espiritual de los habitantes de la ciudad y de los barrios periféricos. A pesar de la carga simbolista que tiene, la narración es sumamente ágil; se apoya en la exactitud de la descripción, en la economía del dibujo de los rasgos.
Las acciones son simples: ir, volver, esperar. (Kafka fue un gran admirador de esta novela). Lo que finalmente sucede en El otro lado es más ambiental, o metafísico, que argumental. Es un contagio. La acumulación de horrores todo lo vence. La mujer del dibujante enferma y queda postrada. El dibujante se hunde en el ámbito de la incomprensión. En el primer encuentro con el ex condiscípulo, este ya es indescriptible: su rostro, su presencia, mutan constantemente. La razón circula, pero no significa nada. Los habitantes de Perla caen en trance. La mujer del dibujante muere.
Llega entonces al Reino Soñado Herkules Bell, un “Americano”, y la decadencia y la locura, las epidemias, se intensifican. El simbolismo apocalíptico se destruye a sí mismo. “El final se acerca irremediablemente”, anota el narrador, en el deleite de la descripción de ese aquelarre.
Donde una traducción anterior de la novela (con el título La otra parte) ponía “El demiurgo es híbrido”, Adamo escribe “El demiurgo es hermafrodita”.
En el marco general de la Viena de fin de siglo, que también perfila las bases de la futura vanguardia, Kubin fue “uno de los artistas que mejor vieron en la representación de la otredad la construcción de un mundo al otro lado desde el cual ver el suyo propio, el que los rodeaba”, señala Sela Bozal en la introducción a De mi vida. Desde la mesa del dibujante y otros escritos, una selección de textos autobiográficos escritos por el dibujante a lo largo de su vida. Y cita a Peter Assmann: “El otro lado muestra a Kubin como un artista cuya voluntad se orienta a la unión absoluta de los ámbitos de ficción y no ficción, es decir, a la unión intrínseca de realidad social y concepción personal del mundo”.
Aunque participa de una muestra de El jinete azul, en 1912, y tiene una relación muy estrecha con Klee, Edward Munch y Wassily Kandinsky, después de la publicación de El otro lado, en 1908, Kubin prácticamente se retira de la escena artística y se va a vivir con su mujer a Zwickledt, a un casco en medio del campo, donde permanece dedicado a la ilustración de libros de autores muy diversos (Balzac, Andersen, Dickens, Döblin, Dostoievski, Fallada, Flaubert, Kleist, Panizza, Poe, Turgeniev, Voltaire, Werfel, etc.).
De sus dibujos para “El médico rural”, de Kafka, escribió Bozal que “al igual que sucede con el texto, constituyen una parábola sin clave”. Kubin murió en 1959. A partir de 1977, con la publicación de un primer catálogo completo, su trabajo ha sido intensamente revisionado.
NOTA de TELAM sobre el libro
De sus dibujos para “El médico rural”, de Kafka, escribió Bozal que “al igual que sucede con el texto, constituyen una parábola sin clave”. Kubin murió en 1959. A partir de 1977, con la publicación de un primer catálogo completo, su trabajo ha sido intensamente revisionado.
NOTA de TELAM sobre el libro
1 comentarios:
Excelente informe !!!gracias !!
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