Las FABULAS de KEIKO KASZA
La visita al pais por parte de la autora e ilustradora de libros infantiles Keiko Kasza, disparó una nota en el diario La Nación de la columnista Natalia Blanc:
Sin moraleja y con humor las fábulas se reinventan
"La madriguera de Tejón estaba llena de comida, pero él no estaba contento. «Manzanas, lombrices y raíces... lo mismo de siempre -suspiró-. Quisiera comerme una cena elegante para variar»." Así comienza Una cena elegante, de la japonesa Keiko Kasza, una de las autoras de libros para chicos que más venden en América latina.
Los relatos de Kasza están protagonizados por animales que enfrentan problemas y situaciones que podrían sucederle a cualquier niño. Tejón, el personaje central del cuento citado, persigue durante todo el día posibles presas que pretende convertir en plato central de su cena soñada. Pero pronto sus expectativas se verán frustradas y Tejón vuelve, muerto de hambre, a la madriguera, el punto de partida de su cacería. Allí lo espera una nota inquietante: "Lamentamos haber entrado sin invitación, pero nos perseguía un tejón espantoso y no teníamos dónde escondernos. Las manzanas, lombrices y raíces estaban deliciosas. ¡Gracias por una cena tan elegante!".
Ilustración para Una cena elegante
Sin moraleja explícita, pero con una clara enseñanza al fin, los libros de Kasza representan un nuevo estilo de la clásica fábula. Los animales (en su caso, tejones, cerdos, perros, sapos y hasta zarigüeyas) expresan sentimientos humanos y le sirven a la autora para hablar sobre temas universales: el amor, el miedo, la ambición, la avaricia, el valor de la amistad y la familia, la diversidad cultural, entre otros. Dirigidos a chicos de cuatro a seis años, están escritos con un lenguaje sencillo y un tono coloquial, con el humor como recurso fundamental. Sus títulos (Choco encuentra una mamá, Los secretos de abuelo Sapo, No te rías, Pepe y Mi día de suerte, entre otros) fueron relanzados en la Argentina por editorial Norma. Integran la colección Buenas Noches, junto con otros como Cu Canguro, de Gabriela Keselman y Nora Hilb, que aborda el tema de los celos por la llegada de un hermanito; Boris, un compañero nuevo en la escuela, de Carrie Weston y Tim Warnes, sobre la problemática del bullying, y El ratón de ciudad y el ratón de campo, de Kathrin Schärer, sobre la tolerancia y el respeto. "Son historias con animales que responden a algún valor, pero no lo hacen del modo antiguo con moraleja", dice Laura Leibiker, directora de Literatura Infantil y Juvenil de Editorial Norma.
En diálogo con LA NACION durante su reciente visita al país , Kasza contó que dibuja animales porque siente que esa elección le da mayor libertad para crear. "Mr Pig, uno de mis personajes, es un chanchito muy inseguro que pide prestadas partes de sus cuerpos a otros animales porque cree que se verá más elegante. No podía usar un niño para ilustrar eso: sería grotesco. Pero Mr. Pig podría ser yo o cualquier lector". Según Kasza, sus cuentos no tienen moraleja porque no pretende transmitir lecciones a los niños. El conflicto se plantea a lo largo del relato y el mensaje, cuando lo hay, queda abierto a la interpretación de cada chico.
"Los libros necesitan tener un tema central y si el eje de la historia tiene que ver con tratar bien a un amigo, entonces estará presente esa enseñanza. Pero será, más que nada, por una necesidad de la trama", completa la autora, cuyos dieciocho libros fueron traducidos a catorce idiomas.
Esta nota se complementa con otra de la editorialista Graciela Melgarejo, que nos informa acerca de la fábula como género:
El encanto de esas lecciones antiguas
No sabemos quién habrá sido el primero que contó una
fábula con los ingredientes tradicionales con que se la conoce: algunos
principios de moral y máximas saludables, impartidos generalmente en
verso por simpáticos animalitos. Pero en la historia del género han
quedado para siempre como los grandes maestros de la antigüedad Esopo y
Fedro; luego, el francés Jean de La Fontaine, como el maestro de
maestros (no estaría de más hoy repasar "El ratón de campo y el ratón de
ciudad"), y, más modestamente y para los hablantes de español, Tomás de
Iriarte y Félix María Samaniego.
En todo caso, y si los lectores han tenido oportunidad de haber sido educados con el ejemplo de las fábulas, habrán podido sobre todo aprender palabras distintas de las habituales en cualquier hogar, porque, a pesar de que el crítico literario español José Hermosilla dice que el estilo de la fábula debe ser fácil y sencillo, es cierto que el léxico incursionaba en todo el diccionario. Por ejemplo, en "Los dos conejos" de Iriarte, los podencos (¿?) les ganan a los galgos, aunque nunca en la vida uno haya visto ni de lejos un podenco.
Otro tema eran las ilustraciones. No nos referimos a las gloriosas de Gustave Doré para La Fontaine, porque ésas son inolvidables, sino a las que acompañaban a las ediciones españolas impresas en papel basto. También allí había tesoros para descubrir; por ejemplo, el prolijo dibujo a pluma de una pulga, protagonista de "El camello y la pulga", de Samaniego. ¿Cuántas veces podíamos observar tan detenidamente a una pulga fuera de su elemento? Los temas de las fábulas poseen la virtud de poder ser tratados más de una vez y por muchos autores.
Toda buena literatura tiene, tarde o temprano, algún fabulista -en 2009, la editorial La Bestia Equilátera publicó una serie de hermosos relatos basados en fábulas budistas-, porque el encanto de ver traspolados nuestros sentimientos y dilemas éticos en los sentimientos y dilemas éticos de animales conserva su fuerza artística y didáctica todavía hoy, incluso en este escéptico y global siglo XXI.
Complementariamente les proporcionamos enlace a otros artículos sobre el tema: uno del diario CLARIN y otro de la Agencia TELAM , además de una nota de WORDPRESS y el VIDEO-RELATO (en inglés) del libro My Lucky Day de la autora.
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