Por Lala Toutonian, para Diario Perfil del 26/3/2017
Literatura acne
Atendida con desconfianza por la crítica especializada, la literatura hecha para adolescentes –como quedó demostrado en la última edición de la Feria del Libro de Buenos Aires– es uno de los sostenes económicos de la castigada industria editorial argentina. ¿La clave? Una oferta variada y extensa para un público voraz y demandante. Opinan editores, escritores y lectores.
La oferta literaria es amplia y variada, como los intereses de los jóvenes. Diferentes corrientes se ajustan según las edades y quizá desde Harry Potter, pre y posadolescentes se tiraron de lleno a su lectura: “Me parecen hermosos libros –dice la escritora Mariana Enríquez– y geniales para intro a la lectura además de demostración de que los chicos sí leen. De todos modos, los de la generación Harry ya tienen más de veinte años”. También están los que crecieron de la mano de Mujercitas y toda –aún no existía el concepto– la saga de Louisa May Alcott, las aventuras de los personajes de Emilio Salgari y hasta Jane Eyre. “En mis libros, los chicos escuchan Pixies –dice el escritor de literatura juvenil Martín Blasco–; antes de los 50 no había juventud porque no había rock”. Ergo: no había literatura para jóvenes. El autor de La oscuridad de los colores, entre tantos otros títulos, comenzó haciendo literatura infantil y en su crecimiento personal se pasó a la juvenil: “Puedo morir haciendo esto. Acá entran todos los géneros: ficción, policial. La imaginación y la memoria funcionan a la par”, asegura.
Por otro lado, Verónica Bondorevsky, editora juvenil de Atlántida, describe: “Tenemos una colección de calidad, que cruza historia con literatura, denominada Reloj de Arena. Una saga, al estilo Crepúsculo, que se llama El secreto Aladina y cuenta con dos títulos que escribió el actor Gabriel Corrado”. Sin apostar aún por los e-books, Atlántida continúa una vieja tradición con Elige tu Propia Aventura, la clásica serie de lectura interactiva: “La leen muchos preadolescentes, como Biblioteca Billiken, esas adaptaciones de clásicos. Y también tenemos la serie Marvin Marbles, que es más bien un cruce entre ciencia ficción y humor”.
Desde el grupo Penguin Random House, habla su directora literaria de la sección juvenil e infantil, Mariana Vera: “Lo que me resulta interesante de la literatura juvenil es que cuando el texto es bueno (ya sea por el argumento, por el trabajo con la palabra, por la construcción de personajes) son libros que no tienen un rango de edad definido. Aunque esto siempre fue así, y en realidad es prerrogativa de la buena literatura, es cierto que en los últimos años se empezó a naturalizar cada vez más, y eso explica en gran medida las ventas importantes de sellos que tradicionalmente se pensaban para un rango más acotado. Así surgen sellos como Nube de Tinta, que nació con la clara vocación de publicar novelas que emocionaran, que no entendieran de edades ni de géneros. Algunos títulos que incluimos ahí son Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness; La lección de August, de R.J. Palacio, o uno de autora argentina, Los nombres prestados, de Verónica Sukaczer”. Continúa: “Dentro de este segmento, publicamos libros con temas difíciles y poco frecuentados en la literatura juvenil: George, de Alex Gino, una novela sobre la transexualidad, o Veinte preguntas para Gloria, de Martin Bedford, que trabaja el grooming por internet”. RH sí hace e-books aunque el fuerte de ventas sigue siendo el libro en papel.
—¿Autores argentinos de hoy?
—Me gustaría destacar a tres grandes referentes: María Teresa Andruetto, ganadora del premio Hans Christian Andersen 2012, el mayor reconocimiento al que un autor juvenil puede aspirar. Las novelas que tenemos, Stefano y La niña, el corazón y la casa (Sudamericana Joven), se animan a temas fuertes y, muy especialmente, al trabajo tan profundo con el lenguaje y forma de narrar. En este mismo sentido, por la poética y con la posibilidad de construir otras realidades, nombraré los libros de Liliana Bodoc. Por supuesto que su Saga de los confines se ha convertido ya en un clásico pero me gustaría mencionar la serie Elementales: Nomos, Silfos, Salamandras y Ondinas, que toman como eje los distintos elementos (tierra, aire, fuego, agua) y se asoman a distintos géneros.
Finalmente, Pablo Bernasconi, autor integral (escritor, ilustrador, diseñador), publicó con nosotros Mentiras y moretones, un libro profundo, poético, conmovedor, no sólo desde la palabra sino también desde las imágenes, que proponen al público una lectura distinta. Elegí a estos autores porque sus libros son ejemplo de lo difusos que a veces resultan los límites (¿literatura infantil, juvenil, literatura a secas?). Se trata simplemente –como si fuese tan simple– de muy buenos libros que no conocen de edades. Libros para leer, releer, regalar y conservar. Libros que dejan huellas.
Luciana Caputo tiene diez años y es una lectora precoz: a los cuatro, su abuela le había enseñado a leer y a escribir. De hecho, conserva de aquellos primeros días varios diarios íntimos que mantiene hasta hoy: “Me aprendía los libros de memoria, Luci la luciérnaga o La cerdita Olivia, los leía cien veces. Me gustaban los dibujos, era lo que me llamaba la atención. Ahora también me interesan los libros con dibujos, pero más que acompañen el texto”, asegura, más madura. Dueña de una biblioteca enorme y variada, en lo que a géneros refiere, dice preferir “la comedia, me gusta reírme con los libros, como Mafalda. También que me hagan pensar, como ¿Contrarios?, lo leí miles de veces”. ¿Contrarios?, para ejercitar el arte de pensar, es uno de los libros de los franceses Oscar Brenifier, filósofo especializado en niños, y el ilustrador Jacques Després, que forma parte de una serie de títulos que inician en inquietudes éticas como el amor, la existencia de Dios, el sentido de la vida.
“Me gusta el terror pero divertido, como Monstruario (de Liliana Cinetto), o terror y un poco de ciencia ficción, como Miss Peregrine (Miss Peregrine y los niños peculiares, de Ransom Riggs). Me encantó La lección de August y los que le siguen: La historia de Julian, Charlotte tiene la palabra y El juego de Christopher porque cuentan la misma historia vista desde cada uno de los personajes, eso está muy bien: cada uno entiende a su manera. También leí los Diarios de Nikki y los Diarios de Greg porque están escritos en primera persona, y eso me gusta. Me encantan los de Ottoline y Ada Goth (de Chris Riddell), porque los dibujos son importantes y las historias están buenísimas”.
—¿Cómo elegís los libros?
—Leo la contratapa.
—¿Qué estás leyendo ahora?
—El niño envuelto, de Elsa Bornemann.
—¿Escribís?
—Escribo historietas, cosas de la escuela, historias mías. Cuando era más chica, escribía poesías con rimas.
Majo Ferrari es la editora juvenil de Planeta: “Hoy es difícil determinar los límites de edad que comprende la literatura juvenil. Nosotros tenemos en cuenta la temática, el género; tenemos mapeado todo porque se hace tan grande el espectro que necesitamos verlo físicamente. Nuestro departamento comercial se ocupa de que editores, vendedores y libreros vean el universo expandido, tan amplio que empieza a abrirse para todos lados. Soy una ferviente admiradora de la literatura juvenil, de la que leía mi generación y de la que existe hoy. Desde esa primera fase de la lectura, la infantil, la preadolescente hasta lo que se continuará de adulto, el fuerte es el drama: todo refiere a una relación de amistad, los amores, las peleas, la rebelión. Los libros lo tienen en cuenta, todo se vive a flor de piel. Antes quizá no estaba tan contemplada la muerte de un adolescente: hoy son éxitos de venta. Siempre hubo crueldad en la literatura de chicos pero hoy se expone una enfermedad teminal como posibilidad de un joven y cómo vivirá esos últimos tres meses que le restan: al máximo, como todo adolescente. O el despertar sexual, el de las emociones, lo romántico. Hay erotismo que no se ahorra detalles, que ya entra en el joven-adulto, es decir una segunda instancia del secundario que se extiende hasta los 30 años. Editorialmente, también apostamos por el crossover, es más abarcativo y quizás a futuro sean clásicos, son historias bien narradas que, con una adecuada inclinación a la lectura, ya se puede apreciar, como El arte de ser normal, de Lisa Williamson, una historia de amistad, de bullying, de secretos: lo leen los adolescentes y los adultos: David es un chico que quiere ser una chica”.
Títulos que acompañan este plan demuestran la apuesta de Planeta: Diferente, de Victoria Gondin, Una magia más oscura, de Victoria Scwab, PD: Todavía te quiero, de Jenny Han, entre otros. “Los chicos escriben –sigue Ferrari–, no tienen el prejuicio de que el autor es inalcanzable con un recorrido tal que sólo él puede generar una buena historia. Leen, se recomiendan, arman foros, interactúan, esto lo celebro enormemente. Editamos chicos muy jóvenes, como el caso de Matías Sánchez Sarmiento, que a los 19 escribió una saga épica, Lloran los dioses: mandó un e-mail desde Córdoba con el original, lo leímos y era genial. Hoy estudia Literatura Creativa gracias a una beca en Nueva York, el sueño de todo escritor”. Con respecto al mundo digital, Planeta publica simultáneamente en e-book y en papel todos sus títulos, aunque las ventas son diferentes.
Pero antes está la literatura infantil, claro. Limonero es una pequeña gran editorial que da el puntapié para que se asomen a la literatura. Nos dijo Manuel Rud, quien junto a Lulú Kirschenbaum es uno de sus responsables: “Lo que nos lleva a elegir los títulos es un poco el gusto, la intuición, el contacto con el material, los libros. Evaluamos cosas de todo el mundo: Ucrania, por ejemplo, como La niña que contaba, de Romana Romanyshyn, y otros países. Estamos viendo siempre catálogos de editoriales de afuera, intentamos buscar diferentes temáticas; hay gente que nos dice que quiere libros para que los chicos entiendan que sus padres se separaron o que murió la abuela, que está ligado completamente a la literatura de todos modos, al arte. Vamos por ese camino. Conocemos autores, ilustradores y editoriales, y es ahí por donde definimos a la hora de publicar. Apostamos por la lectura encebollada: alguien de 50 años puede entender algunas capas mientras el chico de diez, otras. Con respecto a los subgéneros, hay un modo un poco libertario, no pensamos en modo colecciones –al menos por ahora–, tenemos poesía, narrativa. Primero el libro, luego el género. No tenemos e-books y los sabemos una herramienta muy válida, es una plataforma de lectura accesible; nosotros tenemos libros ilustrados, ciertas características que hacen que el objeto sea el importante, aún no vimos cómo plasmarlo”.
Lulú describe: “Hay trazos de lápiz en Mi pequeño, por ejemplo, con texto de Germano Zullo e ilustraciones de Albertine, que parecen dibujados en la misma página, ganaron el premio Ficción de la Feria Infantil de Bologna en 2016. Intentamos crear ese lazo donde ambas partes, el adulto y el niño, exploren juntos la literatura”. Algunos de sus títulos son: Eso no se hace, de Laura Wittner; Achimpa, de Catarina Sobral; Bigudí, de los franceses Delphine Perret y Sébastien Mourrain, que trata la entrañabale historia de la muerte de un perrito y la soledad de la anciana.
Son saltos de rayuela: desde la Tierra, la primera lectura infantil –narrada primero, leída luego–; un par de saltos más y cae uno en la literatura juvenil para, una vez tomado el envión, seguir saltando y leyendo hasta llegar al cielo. Como vemos, los tiempos vuelan, los chicos cambian, el mercado crece, la literatura se ajusta y se vuelve más abarcativa. Como tal, la combinación de los materiales integrantes que hacen a la obra literaria debe ser cuidadosamente analizada. El criterio perspectivista es quizá donde más se desdibuja el límite: si los jóvenes quieren verse reflejados en los personajes de los libros, se puede caer en el lugar común de buscar siempre un mismo intento de narrativa, poco creativo, y la predictibilidad abruma en muchos títulos oportunistas que se ahogan en un mar de lugares comunes.
El factor determinante de una creación artística es la inquietud, y es a lo que debe apuntar la literatura juvenil: un estímulo inspirador que no quede limitado a las vivencias, sino que cree un juego entre sí. Con un mercado editorial que se enfrenta a una ya no tan nueva afirmación estilista como la de internet, ¿cuántos Huckleberry Finns contendrán a los Harry Potter que a su vez enfentarán a los niños peculiares de Miss Peregrine? Volvamos a tirar la piedra y ver qué número deberemos saltar en esta nueva rayuela que recurre al texto literario quizá más mecánico que artesanal. Urge el contenido, la estructura, el estilo, el léxico y el análisis, esos trazos que resalten en la obra la imaginación del joven lector que pretende ser un gran hombre mañana.
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